Vistas de página en total

sábado, 28 de septiembre de 2013

Cuando el agua canta - Tercera parte

  ¡Hola, queridos lectores! Siento mucho haber tardado tanto en subir, de verdad. Espero que la espera valga la pena y os guste la historia tanto como me gustaría, que la disfrutéis como yo he disfrutado escribiéndola. También os pido perdón por si hay alguna falta de ortografía o alguna parte no tiene mucho sentido.
  Por favor, os lo ruego, comentar. No cuesta nada, ni siquiera hace falta tener cuenta. Tan solo pido una opinión, una crítica constructiva, lo que sea. Os lo agradecería mucho.
  Dicho esto, que aproveche la lectura:



  Nado durante horas perdida por las profundidades del mar, temiendo no saber volver, mientras mi mente me recuerda constantemente todas las posibilidades y las formas que tengo de morir en el plazo de, como mucho, tres o cuatro días. Tengo la sensación de que llevo una eternidad nadando, incluso una parte de mi comienza a preocuparse de que ya esté anocheciendo y yo no haya conseguido hacer nada aún. Pero de repente, mi suerte cambia: una sirena con el pelo negro como el carbón nada a pocos metros de mi. Siento como se me ilumina la cara mientras me acerco a preguntar:
-¡Hola, buenos días! ¿Sabe por dónde llegar al Reino Marino? Es muy importante. -Pero la ansiada respuesta no llega, tan solo me mira con cara de profundo asco y me advierte, con un susurrado tono de amenaza:
-Mira, yeliah, tú no pintas nada aquí, así que ya puedes ir volviendo a tu cutre casita terrestre mientras le agradeces a tu querido Dios haberte topado conmigo y no con otro, porque habrías acabado siendo comida para tiburones, ¿eh? Y que no te vuelva a ver.
  Se me cae el alma a los pies. ¿Qué acaba de pasar? ¿Qué he hecho? Siento como una profunda ira me recorre el cuerpo y me invade, pero me obligo a controlarme; algo me dice que lo que ha dicho esa sirena es cierto, y no me interesa ganarme problemas.
  Se me forma un nudo en la garganta y las lágrimas luchan por brotar por mis ojos. Se lo impido.
  Ya he dado media vuelta y estoy dispuesta a seguir buscando algo, cualquier cosa que me pueda a ayudar a salvar a Venus, cuando noto algo en mi brazo derecho. Me giro y veo un pequeño tritón con cara preocupada. Si fuera un niño humano, yo diría que tiene al rededor de diez años. Tiene los ojos verde menta, al igual que su cola, y el pelo negro. En suaves susurros, me dice:
-Los yeliah no sois bienvenidos aquí, nuestra raza siempre os ha odiado. Yo no, a mi eso me parece una tontería -se apresura a añadir. -La cuestión es que, si quieres poder entrar al Reino Marino, has de tener nuestro aspecto. Si vas hacia el sur, todo recto, encontrarás una enorme piedra blanca. Ahí, giras a la izquierda y continuas recto. Más adelante, encontrarás una casa morada. Entra. Hay un mago, pídele una poción para hacerte pasar por una sirena, pero solo funcionará si no te quitas el colgante que llevas puesto. Después de eso tendrás que darte prisa para hacer lo que tengas que hacer, antes de que se pase el efecto. Y no te preocupes por el mago, les fascináis los yeliah, no tendrás ningún inconveniente en ese tema. Y, si alguien pregunta, a mi no me has visto, ¿de acuerdo? Adiós.
  Se va antes de que pueda reaccionar. No sé si lo que me ha dicho es cierto, pero me pongo en marcha al instante, pues no tengo nada que perder. Espero.


  A estas alturas ya habría perdido la razón de tanto nadar si no fuera porque mi única motivación es lo suficientemente fuerte como para mover montañas.Venus, Venus, Venus, Venus. Vamos, Den piensa en ella. Te necesita.
  No siento los brazos ni las piernas. Se me cierran los ojos. Poco a poco pierdo profundidad, me acerco peligrosamente al suelo, mientras el sueño acecha con apoderarse de mi... cuando veo una roca blanca en la distancia. Venga, Denna, un esfuerzo más, ¡tú puedes! Y, sacando fuerzas de flaqueza, sigo nadando hasta la roca. Cuando llego, no puedo evitar tumbarme en ella y dejar que el agua me balancee suavemente.
  Estoy medio dormida cuando algo me despierta de golpe: un tiburón ha pasado por encima mía y me ha tirado de la roca. No, espera, uno no, sino tres. Y no parecen muy cariñosos, (¿o para los tiburones una forma de demostrar su cariño es aparecerte de la nada, de tres en tres, mirarte con cara de odio y rodearte?) Mierda, ¡me rodean!
  Salgo disparada hacia arriba,  menos mal que estamos a bastante profundidad, y después, tras vacilar un instante, me dirijo hacia donde tiene que estar la casa del brujo; espero que esté cerca.
  Pero mi frenética huida acaba rápidamente. Claro, ¿cómo les iba a evitar? Al fin y al cabo, sigo en mi forma humana, pero con branquias. Por suerte, no me atacan. Aún.
  Me rodean, como antes. Y ahí se quedan, quietos, mirándome fijamente, como esperando a alguien... o algo. Rápidamente, me pongo a buscar algo que me pueda ayudar a escapar, pero no hay nada, nada. Tan solo agua y algas, unas curiosas algas intensamente rojas que me suenan de algo... pero no sé el qué. En fin, ahora, ¿qué mas da? Me rindo. No hay nada que hacer...
-Lo siento -susurro, con el corazón en un puño, haciéndolo pedazos -lo siento, Venus. Espero que... -un sollozo me interrumpe. ¿Por qué digo todo esto si no me oye? A pesar de ello, continúo, obligándome a hablar, con la vana y tonta esperanza de que lo entienda. -Espero que al menos te maten sin dolor.


  Puedo llevar horas aquí, sin moverme, escoltada por los tres tiburones. Ya no siento dolor, supongo que mi cuerpo a llegado al límite y ha desconectado de toda emoción de pueda sentir. Ni hambre, ni sed, ni culpabilidad, ni miedo... ni siquiera duda por lo que me puedan hacer. Me limito a pasar el rato mirando las algas rojas, y a los peces muertos. Es curioso, hay tantos peces muertos... Muchos más que antes.
  También hay muchos peces comiéndose esas algas. ¿Estarán buenas? Una sonrisilla se asoma a mis labios ante la estupidez de la pregunta. Supongo que, para saberlo, habrá que probarlas, ¿no? Total, ¿qué puedo perder? Si a mi vida ya le han puesto punto y final. En fin, ¿me harán algo por bajar y coger unas pocas? Aunque tampoco importa demasiado, así que bajo. Los tiburones, tan solo bajan conmigo, manteniéndome rodeada. Cuando llego abajo, alargo el brazo y las agarro, pero retiro la ano de inmediato: me arde. La examino; está roja como el alga. Entonces, lo recuerdo. Estas algas son terriblemente venenosas, de ahí lo de los peces muertos. Y, por primera vez en lo que parece una eternidad, dos sentimientos empiezan a nacer en mi interior: emoción y esperanza.
  A pesar del dolor, las arranco, y nado lo más veloz que me permite mi cansado cuerpo hacia el tiburón más cercano, y le pego un puñetazo en el ojo. Y, cuando abre la boca, supongo que con la intención de arrancarme el brazo, suelto un puñado de algas en su interior. Este tiburón ya no dará más problemas. Pero, claro, ahora tengo a otros dos intentando matarme. Perfecto.
  Giro en cuanto puedo y arrojo otro puñado de algas a unas enormes fauces que se dirigían directas a mi cabeza. Otro menos. Pero, antes de poder reaccionar, un fuerte coletazo en la espalda me manda lejos de allí y me deja por unos segundos sin respiración. Cuando me giro, le veo a apenas diez centímetros de mi, con la boca abierta, preparado para desgarrar todo lo que encuentre. Por acto reflejo, le meto las pocas algas que me quedan en la boca, con mi brazo incluido. Siento sus dientes arañarme la palma de la mano, haciendo que broten finos hilillos de sangre, que escuecen debido al agua salada. También siento su paladar, he incluso el principio de la garganta, antes de soltar las mortales algas, justo cuando cierra la boca; justo cuando siento sus afilados dientes atravesarme la piel, perforándomela, arrancándome un grito de puro dolor, pintando el agua de rojo.
  Los bordes de mi visión comienzan a oscurecerse, y el agobio se apodera de mi. Un nudo se forma en mi garganta, me siento demasiado impotente. Lentamente me hundo en el agua... o subo arriba, no lo sé. Los ojos se me cierran lentamente. La última cosa de la que soy consciente antes de desmayarme es de una voz que grita mi nombre, una voz familiar y que provoca un raro efecto en mi, de unos brazos que me rodean y me arrastran y de que aparece más sangre.
  Sangre que no es mía.


  Me despierto, aturdida, y con un horrible dolor de cabeza y de brazo, en un cuarto extraño. Es un polígono extraño, irregular, con unas veintiséis paredes. Los muebles están echos de materiales que no he visto nunca. Inconscientemente me llevo una mano al cuello y al no encontrar lo que busco el pánico me invade: no está el collar, pero estoy bajo agua. Empiezo a hiperventilar y a buscarlo frenéticamente con la mirada, pero entonces me doy cuenta de lo que estoy haciendo; estoy hiperventilando, y no precisamente por la boca. Cuando miro mi cuerpo me percato de lo que sucede: una enorme cola blanca como nieve recién caída sustituye a mis piernas. No puedo evitar soltar una exclamación de sorpresa al verme... Soy una sirena.
  A mi mente acuden varias imágenes; las de todas las sirenas y tritones que he visto. Entonces caigo en algo.
  Rápidamente, miro mi torso. Lo que me temía; está desnudo. Menos mal que estoy sola...
  Pero ahora eso no es importante. ¿Dónde estoy? ¿Cómo he llegado aquí? ¿Estoy a salvo? ¿Debería huir? Vamos, Den, piensa. ¿Qué es lo último que recuerdas? Los tiburones. Los maté. ¿Con qué? Ah, sí, con las algas. ¿Pero qué algas eran? Creo que era finas... y alargadas... y rojas. Espera, ¿rojas? ¿Cómo la sangre? También recuerdo mucha sangre. Y dolor. Me mordió un tiburón. Pero después... había más sangre. Demasiada; no podía ser toda mía. Pero, si no lo era, ¿de quién? Creo recordar que tuvo un efecto raro en mi. Algo como... ¿nervios? ¿Tristeza? ¿Enfado? ¿Impotencia? ¿Dolor, al verle sangrar? Pero, por otra parte... alegría al comprobar que sigue con vida. Y solo una persona puede provocar todas esas emociones en mí.
  Venus.
 De repente alguien irrumpe en la habitación, haciendo que me sobresalte. Es un tritón muy joven y atractivo. Tiene el pelo marrón, los ojos negros, tan negros que no se le distingue la pupila, y la piel bastante morena. Su cola es tan plateada que parece brillar. Me mira con una amplia, perfecta, y resplandeciente sonrisa, y se ríe cuando me cubro el pecho rápidamente. Puedo sentir lo roja que está mi cara.
-Tranquila, yeliah, llevo toda mi vida viendo a las chicas así -dice con voz dulce, melódica y grave. Una voz que infunde paz, confianza y respeto. Lentamente, retiro los brazos, dándome cuenta del ridículo que he hecho.
-¿Qué... Qué significa yeliah?
-Significa "de la tierra". Pero no te quejes, empezasteis vosotros primero a llamarnos "sirenas" y  "tritones", que significa "del mar".
-¿Y qué tiene eso de malo? Es la verdad, vosotros sois del mar y nosotros de la tierra. ¿Y en qué lengua está?
-Está en lenguaje arcano. Y, por supuesto, esa no es la parte mala. Lo malo es que antiguamente, también se decía "aarsenly", que significa traidor. Por lo que vosotros nos llamabais "aarsenly sirenas" (traidores del mar), y nosotros a vosotros "aarsenly yeliah" (traidores de la tierra).
-¿Y por qué nos llamábamos traidores? ¿Por qué dejamos de hacerlo? -Mi curiosidad ha conseguido apartar un poco el remolino de sensaciones, lo que, en el fondo, es un alivio.
  Se queda pensando un momento antes de contestar:
-Hace mucho tiempo, siglos, o milenios, aproximadamente, la tierra y el mar vivían en armonía. Por aquel entonces, eramos grandes amigos, como hermanos. Nosotros os guiábamos por las profundidades de los océanos para que conocierais nuestro mundo, el cual os fascinaba; y vosotros nos llevabais a las cimas de las montañas más altas, donde descubríamos las vistas más sobrecogedoras. Incluso habían hijos híbridos de humano y sirena. Eran seres increíbles, capaces de respirar bajo y sobre el agua sin necesidad de ningún amuleto, capaces de comunicarse con cada ser vivo de la tierra. Eran majestuosos, nobles y fieles, sin excepción. O eso creíamos.
  »Estas criaturas, llamadas Rednes, vivían miles de años. Unos diez mil, de media. Al principio todo iba bien. Todo el mundo les quería, pensaban que eran unos milagros de la naturaleza, los reyes y reinas de la creación, los dioses en persona. Eran tan bellos, tan sabios, tan increíbles, que eran capaces de hacer pensar a la gente como ellos. Cambiaban las ideas de todo el mundo, siempre parecían llevar razón. Muchos los llamaban "los Mensajeros de Dios". Pero, un día, la cosa cambió.
  »Uno de ellos, Trevi Aarsenly, manipuló y asesinó a miles de humanos y sirenas y les utilizó a su antojo. El poder se le subió a la cabeza, estaba loco, o eso es lo que dice la gente. Hizo que las sirenas y tritones asesinaran cruelmente a los humanos, y al revés. Pero, claro, ellos nunca delataron a su jefe, preferían morir antes de traicionarle. Por eso, el mar y la tierra entraron en guerra. Sin embargo, se delató el solo. ¿Por qué? Dice la gente que necesitaba ser conocido. Y su plan dio los resultados esperados: al cabo de dos días su nombre era conocido en todo el mundo. Pero, aun así, los humanos y las sirenas nunca volvieron a confiar los unos en los otros. Vosotros, que sois más desconfiados que nosotros por naturaleza, incluso negasteis nuestra existencia a los más pequeños.
  »Las autoridades lo buscaron por el mundo entero, pero nunca apareció. De esto hace ya ocho mil años, por lo que todo el  mundo le da por muerto. -Tenía la mirada perdida por algún lugar de la habitación. -Bueno, de todas formas, nunca me han interesado mucho las clases de historia -añade volviendo a la realidad.
-¿Y nunca encontraron su cuerpo?
-No, nunca. Pero dejemos ya ese tema. ¿Qué tal te encuentras? Tu amiga te está esperando fuera, está muy preocupada.
  ¿Mi amiga? ¡Venus!
-¿Cómo está? ¿Está bien? ¡Necesito verla! -Mi voz llega desesperada a mis oídos, mientras me abalanzo sobre el tritón para hacerle a un lado y salir disparada por la puerta. Creo que nunca he nadado tan rápido.
  Salgo a un pasillo largo, negro, lleno de puertas y enormes ventanas. Voy abriendo las puertas, pero todas dan a habitaciones vacías. Entonces, por la ventana, veo un destello rojo. Me asomo con rapidez; el corazón me da un vuelco. Grito su nombre, pero no parece oírme. Abro la ventana, es lo suficientemente grande como para pasar por ella, y, agarrándome del alféizar, me impulso fuera.
  Ella está mirando en dirección opuesta, sumida en sus pensamientos. Es entonces cuando reparo en su torso.
  Lo tiene todo vendado. Mi cuerpo empieza a temblar mientras una lágrima brota de mis ojos. Quiero gritar, gritar tanto que se me oiga donde quiera que esté el cabrón que le haya hecho eso, pero solo consigo murmurar.
-Venus...
  Y se gira. El tiempo se detiene junto a mi corazón. Vuelvo a adentrarme en el bosque de su mirada, su sonrisa vuelve a iluminarme, el fuego de su pelo hace que vuelva a entrar en calor. Ella murmura mi nombre, feliz, y abre los brazos mientras una lágrima de emoción cae por su rostro.
  Pero yo no acudo a su encuentro.
  Me había imaginado nuestro encuentro precioso: nos veíamos, nos abrazábamos, nos besábamos y las dos estábamos bien, sanas y salvas. Después nos íbamos juntas, a vivir felices, tal y como nos merecíamos. Pero nada mas alejado de la realidad.
  En vez de abrazarla, cierro los ojos y empiezo a llorar. Todo mi cuerpo tiembla violentamente, por lo que me agarro los brazos y, sin quererlo, me clavo las uñas tan fuerte que me hago sangre. Mi corazón late tan rápido que duele, estoy segura de que se me va a salir del pecho.
  Pero, sobretodo, me siento culpable. Culpable, porque lo que le ha pasado es mi culpa. Si no me hubiera enamorado de ella esto no habría pasado. Si no hubiera ido a verla cada noche, ahora estaría bien. Si no...
-Denna, Denna, por favor, cálmate.
  Sus susurros suenan agobiados en mi oído; me abraza con fuerza. Hago un esfuerzo sobrehumano por calmarme. Lo intento durante varios minutos, hasta que lo consigo. Cuando levanto la cabeza, ella sonríe.
-Lo siento -murmuro.
-No, no, no lo sientas -responde con su voz musical. -La que debería sentirlo soy yo.
-¿Por qué?
-Por mentirte. Yo... no soy hija de nadie importante. Soy huérfana. Te dije eso para que no te preocuparas, pero casi me matan a latigazos. Por suerte, siempre he sido rápida y buena actriz. Por lo que fingí morirme, y, en cuento me soltaron, salí disparada. Escapé por un atajo que descubrí de pequeña, jugando, y encontré esta casa. Ha sido una suerte que ese tritón me acoja y me cure.
  No consigo responder. Todo esto es demasiado para mi. Mi mundo a cambiado por completo de golpe.
  Me enamoré de una criatura que no sabía que existía, a la cual metí en un problema de muerte, engañé a mis padres y desaparecí en las profundidades del mar, casi muero, Venus casi muere, ella es huérfana... Todo es demasiado, por lo que, simplemente, guardo silencio. Un silencio que finaliza en un dulce, esperado, y apasionado beso.
-Todo ha pasado -me dice, emocionada. -Todo ha pasado, pequeña. Podemos estar juntas. Den, lo conseguimos. Podemos irnos a vivir a tu país, allí nadie me conoce, allí nadie me busca. Una nueva vida, juntas, sin peligro. ¿Recuerdas el collar que te regalé? El que llevas puesto. -¿Lo llevo puesto? Me llevo una rápida mano al pecho. Sí, ahí está. Antes no debí sentirlo por los nervios -¿Recuerdas que con él puedo ser humana? Den, Den -casi no puede hablar de la emoción. -Den, te quiero.
  Y, por primera vez, sonrío. Tiene razón. Hemos escapado, todo ha acabado. Estamos juntas... y, en cuento salgamos de aquí, estaremos a salvo.


  Ya han pasado años desde que Venus y yo nos reencontramos. Sus heridas han quedado reducidas a cicatrices, y ahora vivimos juntas. Le dijimos a mis padres que sus padres la maltrataban, de ahí surgieron las cicatrices, y por eso la "adoptamos". Fue un golpe muy bajo, nos pasamos mucho, pero funcionó.
  También les dije a mis padres que soy bisexual y que estoy con ella. Al principio les impactó mucho, pero después lo aceptaron y ahora lo llevan con naturalidad. Siento que cada vez quiero más a Venus, y no pasa ni un solo día sin que recordemos todo lo que pasamos, y sin que nos alegremos de haberlo superado y ahora poder vivir tranquilas.
  Aunque ella tuvo que empezar de cero, la matriculamos en el instituto al que voy yo y se lleva muy bien con todo el mundo. 
  Este verano hemos vuelto de vacaciones al sitio donde comenzó todo. Venus y yo no queríamos, pero como no teníamos ninguna excusa buena, ya que se supone que sus padres están en la cárcel, nos tuvimos que aguantar.
-Despierta, pequeña.
  Poco a poco, abro los ojos y sonrío.
-Buenos días, pelirroja -le digo.
-Buenos días -responde, y me da un rápido beso. -Tengo que contarte una cosa.
  Me siento en la cama, a su lado, y aguardo a que empiece a hablar.
-Den, esto te va a parecer una locura, pero... quiero volver al agua. No para siempre, sino durante un rato. Necesito visitar mi hogar de nuevo... y esperaba que me acompañaras, ¿qué te parece?
  La pregunta me pilla desprevenida.
-Pues, yo...
-Venga, por favor.
  Suspiro.
-Está bien... Tampoco creo que vaya a pasar nada, pero iremos con mucho cuidado, ¿eh?
-¡Gracias! -Salta sobre mi y me abraza, de manera que quedamos las dos tumbadas en la cama. Ríe suavemente, feliz. Sonrío. ¿Hay algo que yo no haría por ella?


  Mis padres se van a dar un paseo, es entonces cuando Venus y yo aprovechamos para ir al lago. 
  Se lanza al agua y se quita el colgante. Sus ojos se tornan más verdes, su pelo, más rojo, su voz más musical. Toda ella se vuelve más hermosa, casi no me acordaba de su verdadera forma. La ropa le desaparece, ya no lleva nada, tan solo la cola que forma parte de ella, como la primera vez que la vi.
  Me da el colgante a mi, y me lo pongo. Salto al agua rápidamente para poder respirar mientras las branquias se abren paso sobre la piel de mi cuello. Me vienen a la cabeza tantos recuerdos...  Los aparto rápidamente.
  De la mano, para in más rápido, Venus me medio arrastra por el lago hasta la pequeña entrada al mar.
  Nadamos sin rumbo, muy atentas. Bueno, al menos, yo estoy atenta. Venus está emocionada recordando cada lugar. La verdad, yo también echaba de menos todo esto. No es nada comparado con el mundo de ahí fuera.
  Al cabo de un rato, nos encontramos con el cabaña del tritón que nos salvó la vida. Nos saluda animadamente, como si nos conociera de toda la vida.
-¡Cuánto tiempo! ¿Qué tal estáis? ¿Seguro que deberíais ir por aquí?
-¡Hola! -Saluda Venus. -No te preocupes, tenemos cuidado. Por cierto, muchas gracias por salvarnos la vida, nunca podremos agradecértelo.
-¡Oh, por supuesto que podréis! -Responde él, jovial -. De hecho, nada me haría más feliz que vinierais a mi casa tomar un té. 
-No hace falta, de verdad...
-¡Que sí, que sí, insisto!
-Pero... ¿A ti que te parece, Den? -Venus me mira de esa forma que quiere decir "venga, por favor".
-Puede ser peligroso... -contesto.
-¡Que va! -Dice jovial, el tritón. -No os pasará absolutamente nada. Por mi casa nunca pasa nadie -sonríe igual que la primera vez que le vi. Acabo aceptando; es una de esas personas en las que se sabe que se puede confiar nada más verle.


  Ahora que la veo con detenimiento, la casa es muy bonita. Está pintada de tonos pastel, y los muebles son de un material extraño que no sabría identificar.
  Los líquidos son muy espesos, para que no se vayan por ahí "volando". Mientras la extraña sustancia que utilizan para preparar té da vueltas y vueltas en una batidora para prepararse, los tres nos sentamos ha hablar.
-¿Aquí os tomáis todas las bebidas a temperatura ambiente? -Pregunto.
-No, Den, las batidoras tienen unos sistemas especiales para calentar o enfriar  lo que tengan dentro, pero sin alterar la temperatura de fuera. -Contesta Venus. Todo aquí es muy extraño.
  La batidora empieza a pitar y el tritón va a por el "té"; lo sirve en tres tazas y lo trae. El té es espeso, de un extraño color rojo rubí, y desprende un delicioso aroma que no soy capaz de describir, pero no acaba de convencerme.
-¡Mmm, qué rico está! -Exclama Venus. Decido probarlo con un corto sorbo. No puedo evitar soltar una exclamación de sorpresa. Dentro de la boca se transforma en un líquido normal y corriente, un poco espeso. No es fácil de explicar. Tiene un sabor extraño... pero delicioso. Es dulce es su justa medida. Y lo mejor es la sensación que te deja: es como si tomaras algo caliente, pero también te refresca. Sabe... a libertad. Aun así, de momento no bebo más, sino que lo deposito en la mesa. Venus, por el contrario, sigue bebiendo. El tritón deposita su vaso junto al mío con suavidad.
-¿A ti te gusta, Denna? -Me pregunta el tritón. Con una sonrisa, respondo:
-Sí, es el mejor que he probado nunca.
  Seguimos hablando los tres animadamente. Me están explicando cómo son los conciertos aquí, cuando, sin previo aviso, Venus lanza un grito que desgarra la habitación completamente. Me vuelvo rápidamente hacia ella, y veo que está blanca como la nieve y muy sudorosa. tiene las dos manos sobre el pecho, una encima de la otra, justo en el corazón. Empiezo a temblar violentamente, algo le está pasando. Cuando consigo hablar, lo hago a gritos:
-¡Venus! ¡Venus! ¿Me oyes? ¿Estás bien? ¡Le está pasando algo! ¡Llama a la ambulancia! -Me giro, desesperada, esperando encontrar al tritón haciendo algo, pero, en su lugar, lo encuentro sentado tranquilamente. Sonriendo.
  Siento que todos y cada uno de mis poros desprender dolor y odio.
-¡Joder! -Le grito -. ¡Se está muriendo! ¡SE ESTÁ MURIENDO! ¡Haz algo!
-Pequeña... -contesta, terriblemente calmado -¿nunca te has preguntado cuál es mi nombre?
-¿¡A qué viene eso!? ¡Haga algo! -Veo como Venus no puede respirar. Siento como mi respiración se va con la suya, pero apenas soy consciente de los sollozos que brotan de mi garganta. Repito su nombre inconscientemente mientras puedo observar, impotente, como la vida se le escapa junto e un pequeño hilillo de sangre que sale de su boca en un grito mudo. Entonces la voz terriblemente calmada del tritón acude a mi mente. Su pregunta toma sentido en mi cabeza. Veo la taza de Venus, vacía. La mía, casi sin tocar. Y la suya, llena. Las palabras salen sin permiso de mi garganta:
-¿Quién... quién eres? -Y, girándome levemente, entra en mi campo de visión. Sigue sonriendo.
-Oh, pequeña ingenua, ¿qué vas a hacer tú contra mi? ¿Contra mi, precisamente?
-Voy a matarte, cabrón -mi voz suena rota, pero segura. -Juro que te mataré.
-Niña -su tono ahora es más brusco. -¿En serio crees que podrás conmigo? ¿Con el ser que ha cambiado el mundo?
  Siento mi cuerpo paralizarse. Mi respiración es ahora agitada.
-Mi nombre es...
-Cállate -le interrumpo. Pero el continúa, con voz calmada, espeluznante.
-Mi nombre es... ¡Trevi Aarsenly!
  Su nombre resuena en mi cabeza como un grito de guerra. Mis músculos reaccionan y, con otro grito, intento pegarle, pero el agua me frena y el se aparta ágilmente a un lado, riéndose, como si de un  juego de niños se tratase. Eso me enfurece más, si es posible.
  Avanzo a paso lento hasta la encimera.
-No intentes nada -me advierte Trevi -o te arrepentirás.
  Mi mano acaricia la encimera suavemente.
-¿Por qué lo has hecho? -Murmuro.
-¿Quieres que te cuente mi historia, pequeña insensata? ¿Quieres, acaso, saber por qué hice lo que hice, y por qué lo seguiré haciendo hasta el mismo día de mi muerte cada vez que se me presente oportunidad?
  No respondo. Tampoco hace falta.
-No tienes ni idea de lo difícil que es ser un redne. Todo el mundo poniendo su fe en ti. Te sientes obligado a hacer lo que los demás desean para no decepcionarles. Debes arriesgar tu vida cada dos por tres, porque esta es tu misión, para eso fuiste creado. Eres tan perfecto, tan inteligente, tan valiente, tan amado... tan odiado.
  »¿Enserio creías que todo el mundo quería a los nuestros, a los rednes? No. Solamente lo fingían. De una manera indirecta, nos trataban como a esclavos. Y nos odiaban. O, claro, ¿cómo no odiarnos? "Mírale, tan perfecto, tan genial, se piensa que es importante. Ojalá se muera pronto y se pudra entre las garras del olvido, el malnacido ese" -esto último lo dice con tal deje de amargura y un dolor profundamente enterrado tras miles de años de venganza en la voz, que que me estremezco. Aun así, no es difícil deducir que esto es de lo "mejor" que le dijeron. Mientras mis dedos se cierran entorno al objeto cilíndrico de un extraño material que desconozco, incluso llego a sentir algo de pena por él.
  Suspiro. El dolor y el odio tapan la pena. La sed de venganza me da energía y seguridad.
-Cabrón -murmuro.
-Pero eso -prosigue -no es lo peor, por supuesto. Estaba acostumbrado a las amenazas de muerte. Y a los intentos de asesinato, por supuesto. En clase, no sólo de los alumnos. Unos cuantos profesores también lo intentaron.
-Cállate -le advierto. No puedo sentir pena, no me puedo apiadar. Me niego a comprenderle. Pero él sigue, haciendo caso omiso de mi tono amenazante.
-Tuve que abandonar los estudios tras varias visitas a la U.C.I. Los cuales, por cierto, habrían sido mucho más cortos si los médicos hubieran sentido al menos un poco de lástima o compasión por mi. Nadie me quería. Incluso mis padres me odiaban. Estaba solo, completamente solo. Caminaba solo por el bulevar de los sueños rotos que era mi vida.
  »Al final me di por las drogas y la bebida. Como no tenía dinero, las robaba. Incluso llegué a matar a algún camello que no me las quería dar. Acabé en la cárcel. Cuando llevaba dos meses, el recuerdo de mi asesinato empezó a atacar mi mente. Al principio me asustaba, pero después... me fascinaba. Fue una muerte rápida, pero empecé a encontrarle el gusto. Recordaba la sangre fresca salpicando mi mano, la cual estaba dentro de su cuerpo. Recordaba la pequeña navaja teñida al completo de rojo. Recordaba la adrenalina, un cuerpo inerte cayendo. Mi respiración agitada, mi corazón acelerado. Lágrimas en mis ojos. Aún hoy, recuerdo a la perfección haber retirado lentamente mi mano del interior de su pecho sin vida, como el agua se teñía lentamente de rojo. Y me gustaba. Empecé por mi compañero de celda. Fue un trabajo entretenido, satisfactorio y elegante.
  »Habían unas algas creciendo tras la litera. Tres clases diferentes que conocía a la perfección, puse una de ellas en su comida. Se quedó completamente paralizado, pero seguía sintiéndolo todo. La segunda, conseguí que se la tomara con sólo actuar un poco. Fingí que estaba allí por error y que sólo quería ayudarle, que ese era el antídoto. En realidad, le robó la voz. Y la tercera. Mi favorita. Con ella, todos y cada uno de los orificios de su cuerpo comenzaron a sangrar. Fue una muerte lenta, y seguramente dolorosa, pero silenciosa. Me relamí los labios, saboreando el sabor de la muerte en mi boca. Casi podía ver como venía La Muerte en persona a arrebatarle el alma.
  »Los siguientes fueros los policías que vinieron para llevarme a ejecución. Por supuesto, no se celebró ningún juicio. Ellos fueron trabajo fácil. Tan solo les tuve que clavar una estaca de madera, y adiós. De todas formas, como yo era físicamente mucho más rápido que los demás, escaparse tras aquellos tres asesinatos fue pan comido.
  »Seguí matando gente, me encantaba. A mi padre (mi madre era humana y vivía en Italia, Pisa), a los cientos de niños que me hicieron bullying, a los profesores que intentaron matarme, a los médicos que casi lo permiten... Se me empezó a conocer como "La Sombra de la Muerte", aunque pasaron miles de años antes de que se descubriera la verdadera identidad de La Sombra. Pero, como nunca me cogieron, acabé aburriéndome de matar.
  »A mi hermano pequeño, sin embargo, no lo maté. Le acogí cariñosamente en mi casa, y empecé el juego. Le manipulé de tal forma que conseguí que viajara a Pisa para matar a mi madre. Eso me dio mucho más placer del que me esperaba, así que seguí haciéndolo. Viajé por todo el mundo, por tierra y mar, manipulando a la gente para volverla una contra otra. Era tan divertido... Por eso vuestras razas empezaron a odiarse. Eso provocó algo que no me había esperado: los demás rednes, con su enorme corazón, al no poder soportar todo el dolor que les ocasionaba ver la guerra que nació por culpa de La Sombra de la Muerte, se suicidaron. Todos y cada uno de ellos. Yo era, y sigo siendo el último.
  »Un día, así sin más, lo confesé todo. Lo hice porque sí, porque quería. Estaba harto de ver a millones de personas buscando a alguien que nunca encontraría. A demás, sería interesante su reacción al descubrir que un redne había causado todo aquello. Mi apellido, Aarsenly, empezó a significarse "traidor", de ahí lo de "aarsenly sirenas" y "aarsenly yeliah". Cambié el mundo, y me siento orgulloso de eso.
  No hago nada. No puedo. Demasiada información de golpe, demasiado por asimilar. Poco a poco, empiezo a temblar. Pasa un minuto en completo silencio, luego dos, y por fin consigo moverme.
  Aún con el objeto en la mano, me giro. Quiero llorar.
-Trevi -una palabra involuntaria se escapa de mi interior. Mis piernas comienzan a moverse en contra de mi voluntad, hasta quedar situada justo tras él. Miro el cadáver de Venus. Ahora. -Trevi, yo... lo siento. De verdad que lo siento.
  Y, mientras el cuchillo se clava justo en su corazón, descubro, sin sorpresa alguna, que no he mentido. Las lágrimas me acarician el rostro mientras le agarro el corazón, con el cuchillo todavía incrustado, con mis propias manos desnudas, y se lo arranco de cuajo del interior de su pecho. Un sollozo hace que mi cuerpo se convulsione mientras, el de Trevi, cae, inerte, muerto. Suelto su corazón, y, como un zombie, destrozada por un dolor que nunca había imaginado que se pudiera llegar a sentir, un dolor que hacía invisible todo lo demás, me encamino junto a Venus, y me acuesto a su lado. Con suavidad, me quito el colgante y se lo pongo a ella. Tomo una enorme bocanada de agua. Siento como el agua me oprime los pulmones, siento la dolorosa sensación de quedarte sin aire, de morir lentamente. Mi último pensamiento antes de que La Muerte en persona me regale su frío abrazo y me robe el alma, es: "Papá, mamá, lo siento, os amo. Espérame, Venus. Espérame, pues pronto estaremos juntas por siempre. Muerte por amor, amor por muerte".



FIN