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sábado, 3 de mayo de 2014

Tinta y un poco de papel.

  Querido Dios:

  No voy a pedirte grandes cosas. No voy a pedirte una enorme mansión o un chalet en la playa. No ansío una gran fortuna, ni gustar a todo el mundo. No quiero que me regales grandes metas en el futuro; tener los estudios más brillantes o el mejor sueldo.
  No pido fama ni fortuna. Ser conocida o tener grandes bienes materiales no me llama.
  No, no es eso lo que yo deseo. Ni siquiera deseo tener una enorme familia, ni ropa lujosa, ni joyas, ni un coche caro.
  Tampoco voy a exigirte ser la chica más bonita, la más alta o la más delgada. No quiero tener el pelo más bonito, las mejores curvas, los mejores ojos, los mejores labios, la mejor sonrisa.
  No espero que la gente se me quede mirando al pasar, que alaben mi perfume o que me sonrían desconocidos.
  Todo eso es insignificante para mí.


  No, querido Dios.

  Lo único que yo deseo es el poder disfrutar de las cosas sencillas de la vida.


  Perderme junto a una bonita canción. Fundirme con su letra y melodía. Con la voz rasgada o dulce o cariñosa o desesperada del cantante, con cada uno de los instrumentos que la forman.


  Leer un buen libro a la sombra de un gran árbol. Bucear en él, perderme en su historia. Conocer a sus personajes y sentir todo lo que ellos sienten. Disfrutar cada capítulo, cada párrafo, cada letra, cada espacio, cada guión y cada punto. Disfrutar de la hermosa narración y del mensaje del autor.


  Quiero apreciar el suave baile de la hierba, bajo una fresca brisa primaveral. Quiero dormirme junto al dulce canto de los pájaros y las cigarras; dejarme abrazar por los cálidos destellos dorados del sol. Volar entre las ramas de los árboles, acariciar sus hojas, verdes y frescas. Respirar el aire puro del bosque, sentir su humedad; elevarme a despedir al sol cada atardecer.
  Quiero cantar con la luna, tan brillante y plateada. Majestuosa se alza en el firmamento, velando por nosotros.


  Quiero disfrutar de la risa de un niño en el parque, de jugar con un perro o un gato.
  De un paseo por la ciudad en bicicleta, explorando cada calle, cada parque, cada rincón.
  Relajarme conversando de cosas sin importancia con alguien que me importa.
  De un baile libre, cuya única espectadora sea la tranquilidad.
  De escribir una historia improvisada, hermosa y carente de lógica.


  Apreciar la soledad, su tranquilidad, su paz.
  Disfrutar la compañía, el calor de otras personas, los buenos momentos compartidos.
  Quiero amar la compañía de la soledad; y la soledad de la compañía.



  Realizar un largo viaje. Enamorarme del paisaje que tan solo veo durante unos segundos, por la ventanilla de un coche, un tren o un avión.
  Aprender la cultura y las tradiciones de aquel lugar. Conocer gente y estar todo el día andando, de aquí para allá, de forma incansable, para ver más y más de ese hermoso destino.
  Quiero fusionarme con el viaje, tanto la ida como la estancia como la vuelta. Prenderme del lugar, ilusionarme cual niña pequeña al llegar allí, y entristecerme de la misma manera al marcharme.
  Abandonar una parte de mí allí, que se quede para siempre recorriendo hermosas y ya no tan desconocidas calles, y que me llene de nostalgia y me incite a volver cada vez que recuerde mi estancia allí.


  ¿Tan difícil es concederme, Señor, noche estrellada, grandioso sol, estas sencillas peticiones?
  Sonreír más a menudo, tal vez un amor correspondido.
  Tararear esa canción que no sale de mi cabeza sin miedo a que me miren, o vestirme a mi antojo sin importar lo que se lleve o no.


  Dios, querido Dios.
  Lo único que te pido es ser feliz. Sonrisas sinceras y dejar de tener miedo.
  Iluminar mi rostro cada mañana y dormir profundamente cada noche.
  Ser yo, y disfrutar siéndolo.


  Tan solo, yo tan solo deseo las cosas sencillas de la vida.


Con amor,         
un alma perdida.

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