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sábado, 11 de julio de 2015

Ellas

  Me ordenan que escriba.
  Me gritan "crea, crea, ¡crea!"
  Me miran y me juzgan.
  Susurran, murmullan.
  Ellas se ríen, yo lloro.
  Cojo el bolígrafo, mi mano tiembla. ¿Qué debo hacer? ¿Qué debo pensar?
  Intento huir, pero me persiguen. No me persiguen, se quedan. No se quedan, están. Viven dentro de mí. ¿O vivo yo dentro de Ellas?
  Risas, rechazos, sugerencias rotas y sacapuntas desmontados. Todo desmontado. Mi cabeza, mi vida, mi alma, mi mente. Lo han desordenado, está deshecho por su culpa. Han sido Ellas. ¡Dejad de gritar! Ya os obedezco, ya soy vuestra. Callad. Os lo suplico. Callad.
  Bombas. Explotan.
  Fuego. Dolor. ¡Ruido! Es son Ellas. Socorro. ¡Son Ellas! Otra vez. Como siempre. Siempre son. Nunca son. Siempre son.
  Me odian.
  Las odio.
  ¿O me aman?
  ¿O las amo?
  Están ahí. No están. Se han ido. Se han quedado.
  Nunca se las ve, pero siempre se las oye.
  Me han robado sin ser corpóreas; me han matado siento etéreas.
  Erróneos gritos; erróneas palabras.
  Hago lo que me piden, pero lo hago mal. ¿Lo hago entonces realmente?
  Entonces se enfadan, me asusto y se desmonta. Todo se desmonta. Sobretodo los sacapuntas. ¡Ellos siempre están desmontados! Agarro sus cuchillas, caídas todas ellas. Ahora Ellas susurran al compás: "hazlo, hazlo, hazlo y serás libre. Hazlo, hazlo, hazlo y serás libre. Hazlo, hazlo..." y lo hago. Obedezco. Siempre obedezco.
  Y una vez más, Ellas, las voces, ríen y se van, al ver a la muerte acercarse un poquito más.