Vistas de página en total

domingo, 8 de diciembre de 2013

Los ojos del bosque y del océano

  -Ni de coña vas a ir.
  -No me lo puedes impedir.
  -Pues que te lo impida otra persona.
  -Me da igual a quien llames, nadie lo conseguirá.
  -¿Ni siquiera Alic?
  Un punzante dolor atravesó su corazón.
  -Ni siquiera Alic -contestó con fingida seguridad. -La que está ahí fuera es mi hermana, y nadie vale más que eso. ¡Joder! ¿Tan difícil es de entender?
  -¡Simmon, acéptalo de una maldita vez! ¡Está muerta!
  -¡CÁLLATE! -Simmon se abalanzó hacia delante, hasta quedar a escasos centímetros de su tío -ni se te ocurra volver a insinuar, ni siquiera a pensar eso, aunque sea por tan solo un segundo, o juro que te mataré y que tiraré tu cadáver a esos asquerosos Carne Podrida. -Escupió en el suelo, para que su promesa ganara más fuerza. Después de dirigirle una fulminante mirada a su tío, John, dio media vuelta y se marchó.
  -Insensato -le escuchó decir, justo antes de dar un portazo y de dar por zanjada la conversación.


  Simmon caminó con paso lento hasta el baño. Una vez allí, se miró detenidamente al espejo. ¿Qué había pasado? No comprendía nada de lo ocurrido en la última semana.
  Abrió el grifo, el agua estaba helada. Sin molestarse en esperar a que se calentara, se llenó las manos y se la estampó en la cara, una y otra vez, para despejarse. Finalmente, cerró con rabia el grifo, y contempló su rostro empapado en el espejo. En apariencia, todo seguía igual: su pelo seguía siendo de un oscuro tan intenso que costaba de imaginar, indomable y salvaje. Su piel, seguía siendo pálida y suave. Sus característicos ojos tampoco habían cambiado: el izquierdo tenía el color de un profundo bosque, un verde majestuoso. Y el derecho era imponentemente azul, como un furioso océano en mitad de una fuerte tormenta.
  Su rostro era de facciones finas, sus manos eran grandes, con dedos finos y delgados; de pianista, como le solían decir. Él era alto, y estaba en forma. Pero, a pesar de su atractivo físico, nunca había sido demasiado popular. Es más, antes, a menudo, sufría bullying. Y todo por sus gustos. Simplemente porque le gustaba vestir de negro y llevar camisetas de grupos de rock, le llamaban satánico, gótico, emo, corta venas, etc.
  Suspiró. En ese momento llevaba unos pantalones negros y una camiseta de Avenged Sevenfold. Se observó detenidamente como tantas otras veces había hecho, evaluándose.
  «Puto gótico» resonaron voces en su cabeza. «Vete a cortarte, emo». Un coro de risas. Se miró las muñecas. Innumerables cicatrices las adornaban. Cerró los puños con rabia.
  Se odiaba, era un inútil. Un asqueroso inútil que nunca había servido para nada. Ni siquiera había podido salvar a su hermana, que tanto la había ayudado a lo largo de su vida. Si no hubiera sido por ella, él ya estaría muerto.
  También cerró fuertemente los ojos.
  «Cabrón» se dijo. «No sirves para nada. Estarías mejor muerto».
  Resonó un grito, seguido por el sonido de miles cristales rompiéndose y cayendo. Un agudo dolor en su mano izquierda devolvió a Simmon a la realidad. La tenía toda llena de un líquido rojo brillante, que brotaba abundantemente de numerosos y profundos cortes. Corrió a la otra punta del cuarto, y arrancó varios papeles. Se tapó la herida con ellos, pero no conseguía costar la hemorragia. Estaba empezando a marearse a causa de la adrenalina y de la pérdida de sangre.
  En ese momento, la puerta se abrió bruscamente.
  -¡Dios mío, Sim! -gritó una voz familiar. De inmediato, estaba rodeado por unos finos brazos que impedían que se cayera. -¿Qué te ha pasado? ¿Por qué has hecho hecho? Dios, dios, tengo que sacarte de aquí... ¿puedes andar?
  La vista se le empezaba a nublar. Perdía fuerza, por lo que soltó nos papeles ensangrentados. De la herida seguía manando sangre.
  -¡Sim! ¡Simmon! ¡No te duermas! Voy a sacarte de aquí.
  -A... Alic -balbuceó él.
  -Cállate, te estás desangrando.
  Simmon cayó en sus brazos, ya sin fuerzas para seguir de pie. Decidió cerrar los ojos y relajar su respiración. Pensó en Alic. Tenía una sonrisa tan bonita... era una chica sencilla. Su pelo era negro y rizado, sus ojos, oscuros. No era alta. Nunca había destacado entre las demás, pero, a pesar de eso, la amaba. Era mucho más que su novia; era su mejor amiga, su compañera, su segunda hermana. Le debía tanto... finalmente, dejó de tener uso de razón. Simplemente, se durmió entre sus brazos, sin la seguridad de que volvería a despertar.


  Había mucha luz, demasiada. Algo apretaba su mano izquierda. Simmon no sabía donde estaba, ni qué había pasado, ni cómo había llegado allí. Intentó recordar. Un espejo. Muchos cristales rotos. Dolor. Sangre. ¿Qué había pasado...? Entonces la realidad le golpeó como una maza. Lo recordó todo. El brutal ataque que había sufrido su ciudad. Como decenas de zombies habían entrado en su casa a la fuerza. Gritos. Dolor. Recordaba a la perfección a su madre, tirada en el suelo, sin medio brazo, sobre un charco de sangre. Estaba ahí tirada, agonizando, y él no pudo hacer nada. Recordaba con dolorosa claridad como todos y cada uno de sus poros se podrían lentamente, como su pecho dejaba de subir y bajar, como su cara perdía color y vida. Recordaba que se levantaba, tambaleante, completamente demacrada. Tan solo el color de sus iris seguía intacto. Parecía que tuviera los ojos inyectados en sangre. 
  Recordó como clavaba en él sus horribles ojos, como abría la boca, sin producir más sonido que un gruñido. Como, de imprevisto, había corrido tras él, con una aterradora velocidad, intentando comerle vivo. Y recordaba el potente disparo que le había volado la cabeza, disparado por su tío.
  A partir de ahí los recuerdos eran más borrosos. Una mano que aferraba su brazo, una frenética huida. Le metían en un gran camión que alguien arrancaba con dificultad. A medida que avanzaban iban atropellando zombies. Bultos inertes adornaban las aceras, que, lentamente, se transformaban en monstruos. «¿Cuántos son ya?» Se había preguntado vagamente. «¿Algún día acabará esta masacre? ¿Será este el fin del mundo? Y si así es, ¿es correcto que nos revelemos a nuestro destino? ¿No nos acarreará eso mayores problemas?»
  Después, se había desmayado.


  Y ahora estaba allí, en un refugio, rodeado de desconocidos.
  Y sin su hermana. No sabía absolutamente nada de su hermana. Por eso se sentía obligado a volver allí, a salvarla.
  Aunque era muy probable ya estuviese muerta.


  Se arrancó la fina sábana que le cubría y se levantó con brusquedad. Tuvo que apoyarse en la pequeña mesilla que había junto a la cama, porque se mareó.
  Paseó la mirada por la habitación, inspeccionándola. Era pequeña. Las paredes eran blancas, sin ningún tipo de decoración. Tan solo estaban la cama y la mesilla. Y, al fondo, a la izquierda, una puerta blanca con una pequeña ventana rectangular, a través de la cual se vislumbraba un pasillo.
  Avanzó hasta la puerta, abriéndola lentamente. Caminó despacio, hacia la derecha, hasta llegar a otra puerta que daba a la calle. Salió al exterior.
  Cuando sus pies desnudos se clavaron dolorosamente las piedras del suelo, se dio cuenta de que estaba descalzo. No le dio importancia.
  En la semana que llevaba allí, ya conocía a la perfección el pequeño campamento en el que se había tenido que alojar.
  Varias cabañas se distribuían, aparentemente al azar, por todo el campamento. Se habían hecho con un pequeño edificio abandonado, del cual acababa de salir, que habían convertido en la enfermería.
  Las cabañas más grandes se utilizaban para almacenar comida y armas.
  Siguió avanzando, haciendo caso omiso del dolor de sus pies. Tenía que hablar con una persona, y tenía que hacerlo ya.


  Después de media hora de busca casi desesperada, la encontró.
  -¡Alic!
  Una chica morena se giró, y, en cuanto lo vio, corrió hacia él y le abrazó con fuerza. Se fundieron en un largo beso.
  -¿Cómo estás, pequeña? -Preguntó Simmon. Pero, en vez de contestar, ella le dio un empujón, visiblemente enfadada.
  -¿¡Tú eres idiota!? ¡Por qué hiciste eso? ¡Joder, Sim, cada vez te superas más!
  -¿Qué pasa ahora?
  -¡Lo del espejo! ¿No tenías nada mejor que hacer que intentar desangrarte? ¿Por qué nunca piensas en los demás? A veces es muy difícil estar contigo.
  -¡Pensaba que me apoyarías más! ¡Sabes mejor que nadie lo mal que lo estoy pasando! Y, si tan mal estás conmigo, ¿por qué no hemos cortado ya? En serio, Alic, hay veces que no te entiendo.
  Dicho esto, dio media vuelta y se marchó. Estaba enfadado y dolido, en el fondo sabía que no debía tomar decisiones en ese estado, pero era ahora o nunca.
  La decisión estaba tomada.


  Llegó la noche. Durante todo el día fingió que todo iba como siempre. Pero, cuando todos se habían dormido ya, el seguía despierto, con lágrimas en los ojos.
  Se levantó, y, silenciosamente, cogió papel y un bolígrafo.

Hola. Si estáis leyendo esto... bueno, posiblemente no volváis a verme. Nunca.
He decidido que es hora de ir a ver si mi hermana sigue con vida. Soy completamente incapaz de quedarme aquí, de brazos cruzados, mientras mi subconsciente imagina millones de muertes dolorosas que podría estar sufriendo en estos momentos. Pero, antes de irme, quería deciros algunas cosas.

  A John: gracias por todo, tío. Sé que últimamente me he portado muy mal, que he dado asco. Disparaste a tu propia hermana, o a lo que quedaba de ella, por salvarme. Arriesgaste la vida, solo para que la mía pudiera continuar. Te quiero mucho, tío, espero que puedas perdonarme, y que todo lo que has hecho hasta ahora no haya sido en vano.

  A Alic: cariño, siento tanto lo de esta noche... me has ayudado más de lo que cualquier persona podría llegar a merecer nunca. Gracias a ti, sigo vivo, literalmente. Tu apoyo ha sido imprescindible para que no haya acabado con una cuerda al cuello. Eres increíble, pequeña, nunca te olvidaré. Por favor, perdóname por lo que voy a hacer, y entiende que no puedo evitarlo. No quiero que pienses que es culpa tuya, llevo pensando en esto desde el momento en el que llegué aquí, y ya a llegado el momento de actuar. Si vuelvo, te juro que seré el mejor novio que ha existido jamás, si aún sigues queriendo estar conmigo, aunque eso nunca pueda compensar todo lo que has hecho por mi. No podía marcharme sin decirte un último y sincero "te quiero".
  Te quiero, enana.

  A todos los demás: muchas gracias por darme comida y hogar esta última semana. Espero volver a veros, cuidaros mucho todos, por favor.


  Simmon.    


  Dejó la carta sobre la mesa. Se agachó, y, de debajo de la cama, sacó una mochila con provisiones y un pequeño revólver. Se puso una cazadora, y se fue.
  Dos pequeñas lágrimas aún surcaban sus mejillas. Dos lágrimas que llevaban un mensaje cada una.
  Una decía "adiós", y la otra decía "nunca me iré".


  Al cabo de dos meses llegó un centenar de zombies al refugio. Por suerte, estaban preparados. 
  Pero hubo uno al que nadie fue capaz de matar.
  Su ojo izquierdo era como un majestuoso bosque, y su ojo derecho tenía el color del imponente océano.

sábado, 28 de septiembre de 2013

Cuando el agua canta - Tercera parte

  ¡Hola, queridos lectores! Siento mucho haber tardado tanto en subir, de verdad. Espero que la espera valga la pena y os guste la historia tanto como me gustaría, que la disfrutéis como yo he disfrutado escribiéndola. También os pido perdón por si hay alguna falta de ortografía o alguna parte no tiene mucho sentido.
  Por favor, os lo ruego, comentar. No cuesta nada, ni siquiera hace falta tener cuenta. Tan solo pido una opinión, una crítica constructiva, lo que sea. Os lo agradecería mucho.
  Dicho esto, que aproveche la lectura:



  Nado durante horas perdida por las profundidades del mar, temiendo no saber volver, mientras mi mente me recuerda constantemente todas las posibilidades y las formas que tengo de morir en el plazo de, como mucho, tres o cuatro días. Tengo la sensación de que llevo una eternidad nadando, incluso una parte de mi comienza a preocuparse de que ya esté anocheciendo y yo no haya conseguido hacer nada aún. Pero de repente, mi suerte cambia: una sirena con el pelo negro como el carbón nada a pocos metros de mi. Siento como se me ilumina la cara mientras me acerco a preguntar:
-¡Hola, buenos días! ¿Sabe por dónde llegar al Reino Marino? Es muy importante. -Pero la ansiada respuesta no llega, tan solo me mira con cara de profundo asco y me advierte, con un susurrado tono de amenaza:
-Mira, yeliah, tú no pintas nada aquí, así que ya puedes ir volviendo a tu cutre casita terrestre mientras le agradeces a tu querido Dios haberte topado conmigo y no con otro, porque habrías acabado siendo comida para tiburones, ¿eh? Y que no te vuelva a ver.
  Se me cae el alma a los pies. ¿Qué acaba de pasar? ¿Qué he hecho? Siento como una profunda ira me recorre el cuerpo y me invade, pero me obligo a controlarme; algo me dice que lo que ha dicho esa sirena es cierto, y no me interesa ganarme problemas.
  Se me forma un nudo en la garganta y las lágrimas luchan por brotar por mis ojos. Se lo impido.
  Ya he dado media vuelta y estoy dispuesta a seguir buscando algo, cualquier cosa que me pueda a ayudar a salvar a Venus, cuando noto algo en mi brazo derecho. Me giro y veo un pequeño tritón con cara preocupada. Si fuera un niño humano, yo diría que tiene al rededor de diez años. Tiene los ojos verde menta, al igual que su cola, y el pelo negro. En suaves susurros, me dice:
-Los yeliah no sois bienvenidos aquí, nuestra raza siempre os ha odiado. Yo no, a mi eso me parece una tontería -se apresura a añadir. -La cuestión es que, si quieres poder entrar al Reino Marino, has de tener nuestro aspecto. Si vas hacia el sur, todo recto, encontrarás una enorme piedra blanca. Ahí, giras a la izquierda y continuas recto. Más adelante, encontrarás una casa morada. Entra. Hay un mago, pídele una poción para hacerte pasar por una sirena, pero solo funcionará si no te quitas el colgante que llevas puesto. Después de eso tendrás que darte prisa para hacer lo que tengas que hacer, antes de que se pase el efecto. Y no te preocupes por el mago, les fascináis los yeliah, no tendrás ningún inconveniente en ese tema. Y, si alguien pregunta, a mi no me has visto, ¿de acuerdo? Adiós.
  Se va antes de que pueda reaccionar. No sé si lo que me ha dicho es cierto, pero me pongo en marcha al instante, pues no tengo nada que perder. Espero.


  A estas alturas ya habría perdido la razón de tanto nadar si no fuera porque mi única motivación es lo suficientemente fuerte como para mover montañas.Venus, Venus, Venus, Venus. Vamos, Den piensa en ella. Te necesita.
  No siento los brazos ni las piernas. Se me cierran los ojos. Poco a poco pierdo profundidad, me acerco peligrosamente al suelo, mientras el sueño acecha con apoderarse de mi... cuando veo una roca blanca en la distancia. Venga, Denna, un esfuerzo más, ¡tú puedes! Y, sacando fuerzas de flaqueza, sigo nadando hasta la roca. Cuando llego, no puedo evitar tumbarme en ella y dejar que el agua me balancee suavemente.
  Estoy medio dormida cuando algo me despierta de golpe: un tiburón ha pasado por encima mía y me ha tirado de la roca. No, espera, uno no, sino tres. Y no parecen muy cariñosos, (¿o para los tiburones una forma de demostrar su cariño es aparecerte de la nada, de tres en tres, mirarte con cara de odio y rodearte?) Mierda, ¡me rodean!
  Salgo disparada hacia arriba,  menos mal que estamos a bastante profundidad, y después, tras vacilar un instante, me dirijo hacia donde tiene que estar la casa del brujo; espero que esté cerca.
  Pero mi frenética huida acaba rápidamente. Claro, ¿cómo les iba a evitar? Al fin y al cabo, sigo en mi forma humana, pero con branquias. Por suerte, no me atacan. Aún.
  Me rodean, como antes. Y ahí se quedan, quietos, mirándome fijamente, como esperando a alguien... o algo. Rápidamente, me pongo a buscar algo que me pueda ayudar a escapar, pero no hay nada, nada. Tan solo agua y algas, unas curiosas algas intensamente rojas que me suenan de algo... pero no sé el qué. En fin, ahora, ¿qué mas da? Me rindo. No hay nada que hacer...
-Lo siento -susurro, con el corazón en un puño, haciéndolo pedazos -lo siento, Venus. Espero que... -un sollozo me interrumpe. ¿Por qué digo todo esto si no me oye? A pesar de ello, continúo, obligándome a hablar, con la vana y tonta esperanza de que lo entienda. -Espero que al menos te maten sin dolor.


  Puedo llevar horas aquí, sin moverme, escoltada por los tres tiburones. Ya no siento dolor, supongo que mi cuerpo a llegado al límite y ha desconectado de toda emoción de pueda sentir. Ni hambre, ni sed, ni culpabilidad, ni miedo... ni siquiera duda por lo que me puedan hacer. Me limito a pasar el rato mirando las algas rojas, y a los peces muertos. Es curioso, hay tantos peces muertos... Muchos más que antes.
  También hay muchos peces comiéndose esas algas. ¿Estarán buenas? Una sonrisilla se asoma a mis labios ante la estupidez de la pregunta. Supongo que, para saberlo, habrá que probarlas, ¿no? Total, ¿qué puedo perder? Si a mi vida ya le han puesto punto y final. En fin, ¿me harán algo por bajar y coger unas pocas? Aunque tampoco importa demasiado, así que bajo. Los tiburones, tan solo bajan conmigo, manteniéndome rodeada. Cuando llego abajo, alargo el brazo y las agarro, pero retiro la ano de inmediato: me arde. La examino; está roja como el alga. Entonces, lo recuerdo. Estas algas son terriblemente venenosas, de ahí lo de los peces muertos. Y, por primera vez en lo que parece una eternidad, dos sentimientos empiezan a nacer en mi interior: emoción y esperanza.
  A pesar del dolor, las arranco, y nado lo más veloz que me permite mi cansado cuerpo hacia el tiburón más cercano, y le pego un puñetazo en el ojo. Y, cuando abre la boca, supongo que con la intención de arrancarme el brazo, suelto un puñado de algas en su interior. Este tiburón ya no dará más problemas. Pero, claro, ahora tengo a otros dos intentando matarme. Perfecto.
  Giro en cuanto puedo y arrojo otro puñado de algas a unas enormes fauces que se dirigían directas a mi cabeza. Otro menos. Pero, antes de poder reaccionar, un fuerte coletazo en la espalda me manda lejos de allí y me deja por unos segundos sin respiración. Cuando me giro, le veo a apenas diez centímetros de mi, con la boca abierta, preparado para desgarrar todo lo que encuentre. Por acto reflejo, le meto las pocas algas que me quedan en la boca, con mi brazo incluido. Siento sus dientes arañarme la palma de la mano, haciendo que broten finos hilillos de sangre, que escuecen debido al agua salada. También siento su paladar, he incluso el principio de la garganta, antes de soltar las mortales algas, justo cuando cierra la boca; justo cuando siento sus afilados dientes atravesarme la piel, perforándomela, arrancándome un grito de puro dolor, pintando el agua de rojo.
  Los bordes de mi visión comienzan a oscurecerse, y el agobio se apodera de mi. Un nudo se forma en mi garganta, me siento demasiado impotente. Lentamente me hundo en el agua... o subo arriba, no lo sé. Los ojos se me cierran lentamente. La última cosa de la que soy consciente antes de desmayarme es de una voz que grita mi nombre, una voz familiar y que provoca un raro efecto en mi, de unos brazos que me rodean y me arrastran y de que aparece más sangre.
  Sangre que no es mía.


  Me despierto, aturdida, y con un horrible dolor de cabeza y de brazo, en un cuarto extraño. Es un polígono extraño, irregular, con unas veintiséis paredes. Los muebles están echos de materiales que no he visto nunca. Inconscientemente me llevo una mano al cuello y al no encontrar lo que busco el pánico me invade: no está el collar, pero estoy bajo agua. Empiezo a hiperventilar y a buscarlo frenéticamente con la mirada, pero entonces me doy cuenta de lo que estoy haciendo; estoy hiperventilando, y no precisamente por la boca. Cuando miro mi cuerpo me percato de lo que sucede: una enorme cola blanca como nieve recién caída sustituye a mis piernas. No puedo evitar soltar una exclamación de sorpresa al verme... Soy una sirena.
  A mi mente acuden varias imágenes; las de todas las sirenas y tritones que he visto. Entonces caigo en algo.
  Rápidamente, miro mi torso. Lo que me temía; está desnudo. Menos mal que estoy sola...
  Pero ahora eso no es importante. ¿Dónde estoy? ¿Cómo he llegado aquí? ¿Estoy a salvo? ¿Debería huir? Vamos, Den, piensa. ¿Qué es lo último que recuerdas? Los tiburones. Los maté. ¿Con qué? Ah, sí, con las algas. ¿Pero qué algas eran? Creo que era finas... y alargadas... y rojas. Espera, ¿rojas? ¿Cómo la sangre? También recuerdo mucha sangre. Y dolor. Me mordió un tiburón. Pero después... había más sangre. Demasiada; no podía ser toda mía. Pero, si no lo era, ¿de quién? Creo recordar que tuvo un efecto raro en mi. Algo como... ¿nervios? ¿Tristeza? ¿Enfado? ¿Impotencia? ¿Dolor, al verle sangrar? Pero, por otra parte... alegría al comprobar que sigue con vida. Y solo una persona puede provocar todas esas emociones en mí.
  Venus.
 De repente alguien irrumpe en la habitación, haciendo que me sobresalte. Es un tritón muy joven y atractivo. Tiene el pelo marrón, los ojos negros, tan negros que no se le distingue la pupila, y la piel bastante morena. Su cola es tan plateada que parece brillar. Me mira con una amplia, perfecta, y resplandeciente sonrisa, y se ríe cuando me cubro el pecho rápidamente. Puedo sentir lo roja que está mi cara.
-Tranquila, yeliah, llevo toda mi vida viendo a las chicas así -dice con voz dulce, melódica y grave. Una voz que infunde paz, confianza y respeto. Lentamente, retiro los brazos, dándome cuenta del ridículo que he hecho.
-¿Qué... Qué significa yeliah?
-Significa "de la tierra". Pero no te quejes, empezasteis vosotros primero a llamarnos "sirenas" y  "tritones", que significa "del mar".
-¿Y qué tiene eso de malo? Es la verdad, vosotros sois del mar y nosotros de la tierra. ¿Y en qué lengua está?
-Está en lenguaje arcano. Y, por supuesto, esa no es la parte mala. Lo malo es que antiguamente, también se decía "aarsenly", que significa traidor. Por lo que vosotros nos llamabais "aarsenly sirenas" (traidores del mar), y nosotros a vosotros "aarsenly yeliah" (traidores de la tierra).
-¿Y por qué nos llamábamos traidores? ¿Por qué dejamos de hacerlo? -Mi curiosidad ha conseguido apartar un poco el remolino de sensaciones, lo que, en el fondo, es un alivio.
  Se queda pensando un momento antes de contestar:
-Hace mucho tiempo, siglos, o milenios, aproximadamente, la tierra y el mar vivían en armonía. Por aquel entonces, eramos grandes amigos, como hermanos. Nosotros os guiábamos por las profundidades de los océanos para que conocierais nuestro mundo, el cual os fascinaba; y vosotros nos llevabais a las cimas de las montañas más altas, donde descubríamos las vistas más sobrecogedoras. Incluso habían hijos híbridos de humano y sirena. Eran seres increíbles, capaces de respirar bajo y sobre el agua sin necesidad de ningún amuleto, capaces de comunicarse con cada ser vivo de la tierra. Eran majestuosos, nobles y fieles, sin excepción. O eso creíamos.
  »Estas criaturas, llamadas Rednes, vivían miles de años. Unos diez mil, de media. Al principio todo iba bien. Todo el mundo les quería, pensaban que eran unos milagros de la naturaleza, los reyes y reinas de la creación, los dioses en persona. Eran tan bellos, tan sabios, tan increíbles, que eran capaces de hacer pensar a la gente como ellos. Cambiaban las ideas de todo el mundo, siempre parecían llevar razón. Muchos los llamaban "los Mensajeros de Dios". Pero, un día, la cosa cambió.
  »Uno de ellos, Trevi Aarsenly, manipuló y asesinó a miles de humanos y sirenas y les utilizó a su antojo. El poder se le subió a la cabeza, estaba loco, o eso es lo que dice la gente. Hizo que las sirenas y tritones asesinaran cruelmente a los humanos, y al revés. Pero, claro, ellos nunca delataron a su jefe, preferían morir antes de traicionarle. Por eso, el mar y la tierra entraron en guerra. Sin embargo, se delató el solo. ¿Por qué? Dice la gente que necesitaba ser conocido. Y su plan dio los resultados esperados: al cabo de dos días su nombre era conocido en todo el mundo. Pero, aun así, los humanos y las sirenas nunca volvieron a confiar los unos en los otros. Vosotros, que sois más desconfiados que nosotros por naturaleza, incluso negasteis nuestra existencia a los más pequeños.
  »Las autoridades lo buscaron por el mundo entero, pero nunca apareció. De esto hace ya ocho mil años, por lo que todo el  mundo le da por muerto. -Tenía la mirada perdida por algún lugar de la habitación. -Bueno, de todas formas, nunca me han interesado mucho las clases de historia -añade volviendo a la realidad.
-¿Y nunca encontraron su cuerpo?
-No, nunca. Pero dejemos ya ese tema. ¿Qué tal te encuentras? Tu amiga te está esperando fuera, está muy preocupada.
  ¿Mi amiga? ¡Venus!
-¿Cómo está? ¿Está bien? ¡Necesito verla! -Mi voz llega desesperada a mis oídos, mientras me abalanzo sobre el tritón para hacerle a un lado y salir disparada por la puerta. Creo que nunca he nadado tan rápido.
  Salgo a un pasillo largo, negro, lleno de puertas y enormes ventanas. Voy abriendo las puertas, pero todas dan a habitaciones vacías. Entonces, por la ventana, veo un destello rojo. Me asomo con rapidez; el corazón me da un vuelco. Grito su nombre, pero no parece oírme. Abro la ventana, es lo suficientemente grande como para pasar por ella, y, agarrándome del alféizar, me impulso fuera.
  Ella está mirando en dirección opuesta, sumida en sus pensamientos. Es entonces cuando reparo en su torso.
  Lo tiene todo vendado. Mi cuerpo empieza a temblar mientras una lágrima brota de mis ojos. Quiero gritar, gritar tanto que se me oiga donde quiera que esté el cabrón que le haya hecho eso, pero solo consigo murmurar.
-Venus...
  Y se gira. El tiempo se detiene junto a mi corazón. Vuelvo a adentrarme en el bosque de su mirada, su sonrisa vuelve a iluminarme, el fuego de su pelo hace que vuelva a entrar en calor. Ella murmura mi nombre, feliz, y abre los brazos mientras una lágrima de emoción cae por su rostro.
  Pero yo no acudo a su encuentro.
  Me había imaginado nuestro encuentro precioso: nos veíamos, nos abrazábamos, nos besábamos y las dos estábamos bien, sanas y salvas. Después nos íbamos juntas, a vivir felices, tal y como nos merecíamos. Pero nada mas alejado de la realidad.
  En vez de abrazarla, cierro los ojos y empiezo a llorar. Todo mi cuerpo tiembla violentamente, por lo que me agarro los brazos y, sin quererlo, me clavo las uñas tan fuerte que me hago sangre. Mi corazón late tan rápido que duele, estoy segura de que se me va a salir del pecho.
  Pero, sobretodo, me siento culpable. Culpable, porque lo que le ha pasado es mi culpa. Si no me hubiera enamorado de ella esto no habría pasado. Si no hubiera ido a verla cada noche, ahora estaría bien. Si no...
-Denna, Denna, por favor, cálmate.
  Sus susurros suenan agobiados en mi oído; me abraza con fuerza. Hago un esfuerzo sobrehumano por calmarme. Lo intento durante varios minutos, hasta que lo consigo. Cuando levanto la cabeza, ella sonríe.
-Lo siento -murmuro.
-No, no, no lo sientas -responde con su voz musical. -La que debería sentirlo soy yo.
-¿Por qué?
-Por mentirte. Yo... no soy hija de nadie importante. Soy huérfana. Te dije eso para que no te preocuparas, pero casi me matan a latigazos. Por suerte, siempre he sido rápida y buena actriz. Por lo que fingí morirme, y, en cuento me soltaron, salí disparada. Escapé por un atajo que descubrí de pequeña, jugando, y encontré esta casa. Ha sido una suerte que ese tritón me acoja y me cure.
  No consigo responder. Todo esto es demasiado para mi. Mi mundo a cambiado por completo de golpe.
  Me enamoré de una criatura que no sabía que existía, a la cual metí en un problema de muerte, engañé a mis padres y desaparecí en las profundidades del mar, casi muero, Venus casi muere, ella es huérfana... Todo es demasiado, por lo que, simplemente, guardo silencio. Un silencio que finaliza en un dulce, esperado, y apasionado beso.
-Todo ha pasado -me dice, emocionada. -Todo ha pasado, pequeña. Podemos estar juntas. Den, lo conseguimos. Podemos irnos a vivir a tu país, allí nadie me conoce, allí nadie me busca. Una nueva vida, juntas, sin peligro. ¿Recuerdas el collar que te regalé? El que llevas puesto. -¿Lo llevo puesto? Me llevo una rápida mano al pecho. Sí, ahí está. Antes no debí sentirlo por los nervios -¿Recuerdas que con él puedo ser humana? Den, Den -casi no puede hablar de la emoción. -Den, te quiero.
  Y, por primera vez, sonrío. Tiene razón. Hemos escapado, todo ha acabado. Estamos juntas... y, en cuento salgamos de aquí, estaremos a salvo.


  Ya han pasado años desde que Venus y yo nos reencontramos. Sus heridas han quedado reducidas a cicatrices, y ahora vivimos juntas. Le dijimos a mis padres que sus padres la maltrataban, de ahí surgieron las cicatrices, y por eso la "adoptamos". Fue un golpe muy bajo, nos pasamos mucho, pero funcionó.
  También les dije a mis padres que soy bisexual y que estoy con ella. Al principio les impactó mucho, pero después lo aceptaron y ahora lo llevan con naturalidad. Siento que cada vez quiero más a Venus, y no pasa ni un solo día sin que recordemos todo lo que pasamos, y sin que nos alegremos de haberlo superado y ahora poder vivir tranquilas.
  Aunque ella tuvo que empezar de cero, la matriculamos en el instituto al que voy yo y se lleva muy bien con todo el mundo. 
  Este verano hemos vuelto de vacaciones al sitio donde comenzó todo. Venus y yo no queríamos, pero como no teníamos ninguna excusa buena, ya que se supone que sus padres están en la cárcel, nos tuvimos que aguantar.
-Despierta, pequeña.
  Poco a poco, abro los ojos y sonrío.
-Buenos días, pelirroja -le digo.
-Buenos días -responde, y me da un rápido beso. -Tengo que contarte una cosa.
  Me siento en la cama, a su lado, y aguardo a que empiece a hablar.
-Den, esto te va a parecer una locura, pero... quiero volver al agua. No para siempre, sino durante un rato. Necesito visitar mi hogar de nuevo... y esperaba que me acompañaras, ¿qué te parece?
  La pregunta me pilla desprevenida.
-Pues, yo...
-Venga, por favor.
  Suspiro.
-Está bien... Tampoco creo que vaya a pasar nada, pero iremos con mucho cuidado, ¿eh?
-¡Gracias! -Salta sobre mi y me abraza, de manera que quedamos las dos tumbadas en la cama. Ríe suavemente, feliz. Sonrío. ¿Hay algo que yo no haría por ella?


  Mis padres se van a dar un paseo, es entonces cuando Venus y yo aprovechamos para ir al lago. 
  Se lanza al agua y se quita el colgante. Sus ojos se tornan más verdes, su pelo, más rojo, su voz más musical. Toda ella se vuelve más hermosa, casi no me acordaba de su verdadera forma. La ropa le desaparece, ya no lleva nada, tan solo la cola que forma parte de ella, como la primera vez que la vi.
  Me da el colgante a mi, y me lo pongo. Salto al agua rápidamente para poder respirar mientras las branquias se abren paso sobre la piel de mi cuello. Me vienen a la cabeza tantos recuerdos...  Los aparto rápidamente.
  De la mano, para in más rápido, Venus me medio arrastra por el lago hasta la pequeña entrada al mar.
  Nadamos sin rumbo, muy atentas. Bueno, al menos, yo estoy atenta. Venus está emocionada recordando cada lugar. La verdad, yo también echaba de menos todo esto. No es nada comparado con el mundo de ahí fuera.
  Al cabo de un rato, nos encontramos con el cabaña del tritón que nos salvó la vida. Nos saluda animadamente, como si nos conociera de toda la vida.
-¡Cuánto tiempo! ¿Qué tal estáis? ¿Seguro que deberíais ir por aquí?
-¡Hola! -Saluda Venus. -No te preocupes, tenemos cuidado. Por cierto, muchas gracias por salvarnos la vida, nunca podremos agradecértelo.
-¡Oh, por supuesto que podréis! -Responde él, jovial -. De hecho, nada me haría más feliz que vinierais a mi casa tomar un té. 
-No hace falta, de verdad...
-¡Que sí, que sí, insisto!
-Pero... ¿A ti que te parece, Den? -Venus me mira de esa forma que quiere decir "venga, por favor".
-Puede ser peligroso... -contesto.
-¡Que va! -Dice jovial, el tritón. -No os pasará absolutamente nada. Por mi casa nunca pasa nadie -sonríe igual que la primera vez que le vi. Acabo aceptando; es una de esas personas en las que se sabe que se puede confiar nada más verle.


  Ahora que la veo con detenimiento, la casa es muy bonita. Está pintada de tonos pastel, y los muebles son de un material extraño que no sabría identificar.
  Los líquidos son muy espesos, para que no se vayan por ahí "volando". Mientras la extraña sustancia que utilizan para preparar té da vueltas y vueltas en una batidora para prepararse, los tres nos sentamos ha hablar.
-¿Aquí os tomáis todas las bebidas a temperatura ambiente? -Pregunto.
-No, Den, las batidoras tienen unos sistemas especiales para calentar o enfriar  lo que tengan dentro, pero sin alterar la temperatura de fuera. -Contesta Venus. Todo aquí es muy extraño.
  La batidora empieza a pitar y el tritón va a por el "té"; lo sirve en tres tazas y lo trae. El té es espeso, de un extraño color rojo rubí, y desprende un delicioso aroma que no soy capaz de describir, pero no acaba de convencerme.
-¡Mmm, qué rico está! -Exclama Venus. Decido probarlo con un corto sorbo. No puedo evitar soltar una exclamación de sorpresa. Dentro de la boca se transforma en un líquido normal y corriente, un poco espeso. No es fácil de explicar. Tiene un sabor extraño... pero delicioso. Es dulce es su justa medida. Y lo mejor es la sensación que te deja: es como si tomaras algo caliente, pero también te refresca. Sabe... a libertad. Aun así, de momento no bebo más, sino que lo deposito en la mesa. Venus, por el contrario, sigue bebiendo. El tritón deposita su vaso junto al mío con suavidad.
-¿A ti te gusta, Denna? -Me pregunta el tritón. Con una sonrisa, respondo:
-Sí, es el mejor que he probado nunca.
  Seguimos hablando los tres animadamente. Me están explicando cómo son los conciertos aquí, cuando, sin previo aviso, Venus lanza un grito que desgarra la habitación completamente. Me vuelvo rápidamente hacia ella, y veo que está blanca como la nieve y muy sudorosa. tiene las dos manos sobre el pecho, una encima de la otra, justo en el corazón. Empiezo a temblar violentamente, algo le está pasando. Cuando consigo hablar, lo hago a gritos:
-¡Venus! ¡Venus! ¿Me oyes? ¿Estás bien? ¡Le está pasando algo! ¡Llama a la ambulancia! -Me giro, desesperada, esperando encontrar al tritón haciendo algo, pero, en su lugar, lo encuentro sentado tranquilamente. Sonriendo.
  Siento que todos y cada uno de mis poros desprender dolor y odio.
-¡Joder! -Le grito -. ¡Se está muriendo! ¡SE ESTÁ MURIENDO! ¡Haz algo!
-Pequeña... -contesta, terriblemente calmado -¿nunca te has preguntado cuál es mi nombre?
-¿¡A qué viene eso!? ¡Haga algo! -Veo como Venus no puede respirar. Siento como mi respiración se va con la suya, pero apenas soy consciente de los sollozos que brotan de mi garganta. Repito su nombre inconscientemente mientras puedo observar, impotente, como la vida se le escapa junto e un pequeño hilillo de sangre que sale de su boca en un grito mudo. Entonces la voz terriblemente calmada del tritón acude a mi mente. Su pregunta toma sentido en mi cabeza. Veo la taza de Venus, vacía. La mía, casi sin tocar. Y la suya, llena. Las palabras salen sin permiso de mi garganta:
-¿Quién... quién eres? -Y, girándome levemente, entra en mi campo de visión. Sigue sonriendo.
-Oh, pequeña ingenua, ¿qué vas a hacer tú contra mi? ¿Contra mi, precisamente?
-Voy a matarte, cabrón -mi voz suena rota, pero segura. -Juro que te mataré.
-Niña -su tono ahora es más brusco. -¿En serio crees que podrás conmigo? ¿Con el ser que ha cambiado el mundo?
  Siento mi cuerpo paralizarse. Mi respiración es ahora agitada.
-Mi nombre es...
-Cállate -le interrumpo. Pero el continúa, con voz calmada, espeluznante.
-Mi nombre es... ¡Trevi Aarsenly!
  Su nombre resuena en mi cabeza como un grito de guerra. Mis músculos reaccionan y, con otro grito, intento pegarle, pero el agua me frena y el se aparta ágilmente a un lado, riéndose, como si de un  juego de niños se tratase. Eso me enfurece más, si es posible.
  Avanzo a paso lento hasta la encimera.
-No intentes nada -me advierte Trevi -o te arrepentirás.
  Mi mano acaricia la encimera suavemente.
-¿Por qué lo has hecho? -Murmuro.
-¿Quieres que te cuente mi historia, pequeña insensata? ¿Quieres, acaso, saber por qué hice lo que hice, y por qué lo seguiré haciendo hasta el mismo día de mi muerte cada vez que se me presente oportunidad?
  No respondo. Tampoco hace falta.
-No tienes ni idea de lo difícil que es ser un redne. Todo el mundo poniendo su fe en ti. Te sientes obligado a hacer lo que los demás desean para no decepcionarles. Debes arriesgar tu vida cada dos por tres, porque esta es tu misión, para eso fuiste creado. Eres tan perfecto, tan inteligente, tan valiente, tan amado... tan odiado.
  »¿Enserio creías que todo el mundo quería a los nuestros, a los rednes? No. Solamente lo fingían. De una manera indirecta, nos trataban como a esclavos. Y nos odiaban. O, claro, ¿cómo no odiarnos? "Mírale, tan perfecto, tan genial, se piensa que es importante. Ojalá se muera pronto y se pudra entre las garras del olvido, el malnacido ese" -esto último lo dice con tal deje de amargura y un dolor profundamente enterrado tras miles de años de venganza en la voz, que que me estremezco. Aun así, no es difícil deducir que esto es de lo "mejor" que le dijeron. Mientras mis dedos se cierran entorno al objeto cilíndrico de un extraño material que desconozco, incluso llego a sentir algo de pena por él.
  Suspiro. El dolor y el odio tapan la pena. La sed de venganza me da energía y seguridad.
-Cabrón -murmuro.
-Pero eso -prosigue -no es lo peor, por supuesto. Estaba acostumbrado a las amenazas de muerte. Y a los intentos de asesinato, por supuesto. En clase, no sólo de los alumnos. Unos cuantos profesores también lo intentaron.
-Cállate -le advierto. No puedo sentir pena, no me puedo apiadar. Me niego a comprenderle. Pero él sigue, haciendo caso omiso de mi tono amenazante.
-Tuve que abandonar los estudios tras varias visitas a la U.C.I. Los cuales, por cierto, habrían sido mucho más cortos si los médicos hubieran sentido al menos un poco de lástima o compasión por mi. Nadie me quería. Incluso mis padres me odiaban. Estaba solo, completamente solo. Caminaba solo por el bulevar de los sueños rotos que era mi vida.
  »Al final me di por las drogas y la bebida. Como no tenía dinero, las robaba. Incluso llegué a matar a algún camello que no me las quería dar. Acabé en la cárcel. Cuando llevaba dos meses, el recuerdo de mi asesinato empezó a atacar mi mente. Al principio me asustaba, pero después... me fascinaba. Fue una muerte rápida, pero empecé a encontrarle el gusto. Recordaba la sangre fresca salpicando mi mano, la cual estaba dentro de su cuerpo. Recordaba la pequeña navaja teñida al completo de rojo. Recordaba la adrenalina, un cuerpo inerte cayendo. Mi respiración agitada, mi corazón acelerado. Lágrimas en mis ojos. Aún hoy, recuerdo a la perfección haber retirado lentamente mi mano del interior de su pecho sin vida, como el agua se teñía lentamente de rojo. Y me gustaba. Empecé por mi compañero de celda. Fue un trabajo entretenido, satisfactorio y elegante.
  »Habían unas algas creciendo tras la litera. Tres clases diferentes que conocía a la perfección, puse una de ellas en su comida. Se quedó completamente paralizado, pero seguía sintiéndolo todo. La segunda, conseguí que se la tomara con sólo actuar un poco. Fingí que estaba allí por error y que sólo quería ayudarle, que ese era el antídoto. En realidad, le robó la voz. Y la tercera. Mi favorita. Con ella, todos y cada uno de los orificios de su cuerpo comenzaron a sangrar. Fue una muerte lenta, y seguramente dolorosa, pero silenciosa. Me relamí los labios, saboreando el sabor de la muerte en mi boca. Casi podía ver como venía La Muerte en persona a arrebatarle el alma.
  »Los siguientes fueros los policías que vinieron para llevarme a ejecución. Por supuesto, no se celebró ningún juicio. Ellos fueron trabajo fácil. Tan solo les tuve que clavar una estaca de madera, y adiós. De todas formas, como yo era físicamente mucho más rápido que los demás, escaparse tras aquellos tres asesinatos fue pan comido.
  »Seguí matando gente, me encantaba. A mi padre (mi madre era humana y vivía en Italia, Pisa), a los cientos de niños que me hicieron bullying, a los profesores que intentaron matarme, a los médicos que casi lo permiten... Se me empezó a conocer como "La Sombra de la Muerte", aunque pasaron miles de años antes de que se descubriera la verdadera identidad de La Sombra. Pero, como nunca me cogieron, acabé aburriéndome de matar.
  »A mi hermano pequeño, sin embargo, no lo maté. Le acogí cariñosamente en mi casa, y empecé el juego. Le manipulé de tal forma que conseguí que viajara a Pisa para matar a mi madre. Eso me dio mucho más placer del que me esperaba, así que seguí haciéndolo. Viajé por todo el mundo, por tierra y mar, manipulando a la gente para volverla una contra otra. Era tan divertido... Por eso vuestras razas empezaron a odiarse. Eso provocó algo que no me había esperado: los demás rednes, con su enorme corazón, al no poder soportar todo el dolor que les ocasionaba ver la guerra que nació por culpa de La Sombra de la Muerte, se suicidaron. Todos y cada uno de ellos. Yo era, y sigo siendo el último.
  »Un día, así sin más, lo confesé todo. Lo hice porque sí, porque quería. Estaba harto de ver a millones de personas buscando a alguien que nunca encontraría. A demás, sería interesante su reacción al descubrir que un redne había causado todo aquello. Mi apellido, Aarsenly, empezó a significarse "traidor", de ahí lo de "aarsenly sirenas" y "aarsenly yeliah". Cambié el mundo, y me siento orgulloso de eso.
  No hago nada. No puedo. Demasiada información de golpe, demasiado por asimilar. Poco a poco, empiezo a temblar. Pasa un minuto en completo silencio, luego dos, y por fin consigo moverme.
  Aún con el objeto en la mano, me giro. Quiero llorar.
-Trevi -una palabra involuntaria se escapa de mi interior. Mis piernas comienzan a moverse en contra de mi voluntad, hasta quedar situada justo tras él. Miro el cadáver de Venus. Ahora. -Trevi, yo... lo siento. De verdad que lo siento.
  Y, mientras el cuchillo se clava justo en su corazón, descubro, sin sorpresa alguna, que no he mentido. Las lágrimas me acarician el rostro mientras le agarro el corazón, con el cuchillo todavía incrustado, con mis propias manos desnudas, y se lo arranco de cuajo del interior de su pecho. Un sollozo hace que mi cuerpo se convulsione mientras, el de Trevi, cae, inerte, muerto. Suelto su corazón, y, como un zombie, destrozada por un dolor que nunca había imaginado que se pudiera llegar a sentir, un dolor que hacía invisible todo lo demás, me encamino junto a Venus, y me acuesto a su lado. Con suavidad, me quito el colgante y se lo pongo a ella. Tomo una enorme bocanada de agua. Siento como el agua me oprime los pulmones, siento la dolorosa sensación de quedarte sin aire, de morir lentamente. Mi último pensamiento antes de que La Muerte en persona me regale su frío abrazo y me robe el alma, es: "Papá, mamá, lo siento, os amo. Espérame, Venus. Espérame, pues pronto estaremos juntas por siempre. Muerte por amor, amor por muerte".



FIN

lunes, 29 de julio de 2013

Cuando el agua canta - Segunda parte.

Dos amantes perdidas,
una entre tierras cubiertas de sangre,
otra entre aguas teñidas de rojo.
Aquello, a sus ojos, era una masacre,
pero a los ojos de su gente,
era justicia, simplemente.

Ellas se amaban como nadie podía imaginar,
pero estaban enfrentadas,
la tierra y el mar.

Solo deseaban estar juntas,
sin nada más en lo que pensar,
pero estaban enfrentadas,
la tierra y el mar.

Los pueblos atacaron, 
ante aquella traición de su gente,
no podían estar juntas,
a pesar de que su amor era para siempre.

Lucharon hasta el final,
cayeron de la mano,
ahora sus almas descansan en un lugar lejano,
juntas eternamente, como su amor,
que representaba la muerte.

Muerte por amor,
amor por muerte.
¿Qué mas daba? Si ya iban a estar juntas,
alejadas de aquella gente.
De aquel mundo que les discriminaba por ser diferentes.
Muerte por amor,
amor por  muerte.


  Su voz de apaga lentamente, mientras las lágrimas recorren mi rostro, ya húmedo. 
  Nos vemos cada noche desde aquel día, del que ya pasan meses, cuando mis padres duermen. El primer día, cuando se hizo pasar por una humana, me pillaron en el agua, pero por suerte no la vieron a ella, que me dijo «Viene alguien» y antes de que pudiera mirarla ya había desaparecido en las profundidades del lago, que, según me había dicho, conectaba con el mar en un túnel submarino. Mis padres me preguntaron que qué hacía en el agua a esas horas, y yo des dije lo primero que se me ocurrió: que andando me había tropezado y como estaba muy a gusto, me quedé. Creo que no me creyeron, pero al menos dejaron el tema. Después, me explicaron que se habían ido a dar una vuelta y que se les había hecho tarde. 
  Venus me visitaba en su forma humana muy escasamente, y me había negado una explicación cada vez que le había preguntado cómo se transformaba. Tan solo me había dicho que el hechizo caducaba al anochecer y que las cicatrices de su cuello cuando se transformaba eran sus branquias cerradas. 
  Cuando acabamos de cenar, me siento en el sofá a esperar a que todo el mundo se vaya a la cama, pero mi padre se queda leyendo más de lo habitual. Por la ventana, veo a Venus nadando demasiado cerca de la superficie. Me preocupo. ¿Cuánto tiempo llevará esperándome? No puedo resistirme más, y le digo a mi padre:
-Papá, no me entra el sueño, voy a dar una vuelta.
-Den, cariño, no hagas tonterías y vete a la cama. Es peligroso que vayas sola por ahí a estas horas.
  Empiezo a desesperarme. 
-Pero papá, si aquí no hay nadie...
-He dicho que no. A la cama.
  Pongo los ojos en blanco, y echo un rápido vistazo al salón. Las ventanas están abiertas, si me escapo me verá. Pero entonces veo las cortinas.
-Vale, pero cierra las cortinas, que entran bichos -y, sin darle tiempo a responder, me levanto y cierro todas y cada una de las cortinas del salón. Después de un "buenas noches" voy rápidamente a mi cuarto, que está en el piso superior, y sin pensar mucho en una estrategia, bajo por un árbol cercano a mi ventana. 
  Cuando ya estoy cerca del suelo, me caigo, pero no puedo quejarme, nadie puede saber que estoy aquí. 
  Corro hacia el lago, y, por querer frenar demasiado tarde, me caigo al agua. Espero no haber hecho mucho ruido.
  Venus viene corriendo a mi encuentro, y me saca del agua.
-¿Estás bien? ¿Por qué has tardado tanto? -Como cada vez que la veo, su voz me hipnotiza. Cuando salgo de mi antontamiento, respondo:
-Sí, estoy bien. Perdón, es que mi padre no se va a dormir, he tenido que escaparme de casa.
-No quiero que tengas problemas por mi culpa -dice, preocupada.
-Tranquila -le sonrío. Ella también sonríe. Que sonrisa más bonita, es como un ángel... como un ángel surgido del Infierno, por su pelo y el toque maligno que tiene su sonrisa. Entonces, me coge por los hombros, se me acerca y me susurra al oído:
-Tengo una sorpresa para ti, ahora vuelvo.
  Y, tras un rápido beso, desaparece en el agua.
  Debo confesar que la espera se me hace eterna, aunque reconozco que Venus ha sido muy rápida. Cuando regresa, lleva un colgante precioso. Tiene una cadena del color del blanco más puro, con una pequeña figura plateada en la que se representa a una sirena sentada en una roca, sonriente, con los ojos cerrados y una lágrima surcándole el rostro. Tiene detalles en dorado, como el pelo, la lágrima, y algunos reflejos de agua en la cola y en la roca.
-Es precioso -susurro.
-Pero eso no es todo -dice, emocionada-. ¿Sabes quién es mi madre? ¡Es una de los mujeres más importantes de todo el Reino Marino! Bueno, era. Y ese colgante lo he heredado yo. Tiene un poder especial. Permite a los humanos respirar bajo el agua, y a las sirenas convertirnos en humanos durante el día. La única diferencia es que las sirenas tenemos que verter sangre en él, y los humanos no.
  Esa información me sobresalta.
-¿Qué? ¿Sangre? ¿Y tú...? -No me atrevo a acabar la pregunta. Le quiero demasiado como para que se autolesione, y mucho más por mi. Ella, como respuesta, me enseña la muñeca derecha, que está llena de cicatrices.
-¡Estás loca! -le digo -. ¿Por qué has hecho eso? No vuelvas a hacerlo, por favor, te lo ruego.
-Yo... solo quería poder verte más. Lo siento.
-No... no pasa nada, Venus. -Le sonrío y hago un ademán de ponerme el colgante, pero ella me para agarrándome el brazo con la mano izquierda. Hace pocos días me di cuenta de que era zurda.
-¡Espera! -Exclama. -Te saldrán branquias. Creo que duele un  poco, pero luego te quitas el colgante y desaparecen sin dejar marca. Hazlo solo si tu quieres, no te voy a obligar.
-Claro que quiero -respondo. Y, cuando ella retira su mano con suavidad de mi muñeca, me pongo lentamente el colgante. Empieza a dolerme el cuello, siento como se me abren las branquias, dejo de poder respirar por la nariz y un potente agobio se apodera de mi por la falta de aire. Abro los ojos como platos, y miro a Venus, asustada, mientras ella me dice:
-¡Respira por las branquias! ¡Las branquias! -Y me hunde con brusquedad en el agua. Entonces, puedo respirar. Sonrío, más calmada, aunque el corazón sigue latiéndome con rapidez. Ahora Venus está frente a mi, bajo en agua. Me acerco a ella y le beso con dulzura, mientras el corazón se me acelera aun más.
-¿Quieres que te enseñe el lago? Será rápido, lo prometo. Volveremos mucho antes del amanecer.
-Claro -mi voz suena rara bajo el agua, respirando por branquias, y me río. Es más melódica. Venus se ríe conmigo. Me coge de la mano y empieza a nadar, arrastrándome tras de si.
  El fondo del lago es la cosa más bonita que he visto nunca: todo lleno de peces de distintos colores y tamaños, el suelo lleno de piedras, algunas brillantes, algas, incluso monedas, colgantes, pulseras, anillos...
  La visita es larga, pero a mi se me pasa en un abrir y cerrar de ojos. Mucho antes de lo que me hubiera gustado.
  Justo antes de regresar a la superficie, Venus me quita el colgante y se lo pone ella. Sus dedos acarician mi cuello, lo que provoca que me sonroje. Ella me mira y sonríe, seguro que lo ha notado. Eso hace que me sonroje aún más. Se me cierran las branquias y salgo a la superficie; nada más hacerlo tomo una bocana de aire frío. Ha sido increíble.
  La luna ya se va acercando al horizonte, es hora de volver. Veo que sale luz por las cortinas. Seguramente mi padre se habrá quedado dormido, pero prefiero no arriesgarme. Le doy un largo beso de despedida a Venus, le hago prometerme que nunca más me visitará en su forma humana y vuelvo hacia el árbol. Empapada, me cuesta mucho más subirlo que bajarlo, pero lo consigo. Entro en el pequeño cuarto de baño que hay en mi cuarto y me seco.
  Cuando termino, me voy a dormir. Mis mis padres no me despiertan hasta las dos, para que baje a comer. Me paso el día pensando en Venus, como de costumbre. Ese día mis padres deciden hacer una excursión por el campo, a la que me obligan a ir. Nos pasamos toda la tarde fuera, por lo que vuelvo muerta de cansancio y bastante tarde. No veo a Venus por ninguna parte del lago.
  Mis padres se van a dormir y yo finjo hacer lo mismo, pero miento. Esta noche haré lo mismo que todas las otras: bajar a ver a la chica que me ha robado el corazón.
  Cuando bajo, sigue sin aparecer. Me siento a esperarla. Pero pasan los minutos, y las horas, y no aparece. ¿Le habrá pasado algo? ¿Habrá decidido dejar de verme? La incertidumbre me está matando.
  Cuando empieza a amanecer, como aún no ha a parecido, me levanto y doy media vuelta, pesarosa. Pero una voz dulce me llama, y enseguida me giro. Ahí está ella.
-¿Por qué has tardado tanto? -Pregunto, intentando fingir estar molesta, aunque me resulte imposible.
-Tenemos que hablar. Ya. Ven, rápido. -Su tono me alarma, ella nunca es tan seria. Me acerco al lago, me siento y le pregunto:
-¿Qué pasa?
-Me han descubierto. Saben que te veo y que tenemos algo -¿tenemos algo? Eso nunca me lo había planteado. La idea me alegra, pero sé que ocurre algo serio. Espero a que continúe -Eso, en el Reino Marino es tremendamente ilegal. Es lo peor que se puede hacer. Lo ven como una traición a nuestra especie. Desde luego, yo no -aclara rápidamente. -Pero me temo que tendremos que dejar de vernos. Supongo que tengo suerte, normalmente me habrían matado, pero por ser hija de quien soy puede que tenga un destino algo mejor. Te amo, nunca lo olvides, ¿de acuerdo? -Se le empieza a romper la voz, y habla muy rápido; varias lágrimas surcan su cara. Siento que mi corazón se rompe el miles de trozos afilados que me desgarran el alma. -Yo... he sido la chica más feliz del mundo estos últimos meses, estando contigo. No se si podríamos considerarnos novias, pero nada me haría más feliz. Lo que hice el primer día... necesitaba salirme de la ley, eso me divertía. Pero fui incapaz de matarte. Te vi, y... me enamoré. Te saqué a la superficie y, con un teléfono que tenía, llamé al hospital. Cuando vinieron a por ti yo ya no estaba. Me alegré mucho cuando te vi volver. Te canté cada noche hasta que conseguí que vinieras en mi busca, te visité cada día que tu falta se me hacía especialmente insoportable. Y hoy... será la última vez que te vea. Lo siento por todo, Denna. Siento todo lo que te he hecho, siento haberte hecho sufrir. Nunca me lo perdonaré.
  »Pero una última cosa. Quiero que te quedes el colgante de mi madre. Por favor, no lo pierdas. Si alguien lo descubriera sería destruido de inmediato. Mi madre me lo dio en secreto, y su madre a ella, y así ha ido pasando de generación en generación. Actualmente se supone que está destruido. Espero que te sirva para escaparte cada vez que lo necesites, para relajarte, para descubrir los secretos del Reino Marino, para escuchar cuando el agua canta. Nunca te olvidaré. Eres la persona más especial que he conocido nunca. Adiós, Denna.
  Me deja el colgante al lado, y me mira, llorando. Yo también estoy llorando. Entro en el río y empiezo a besarla. Ella, sin querer, se corta la mano, pero no piensa desaprovechar el corte. Me arrebata el colgante y se lo pone ella, a continuación mancha el colgante con su sangre, y empieza a transformarse. Se convierte en la chica que conocí aquel día, la turista perdida, pero está totalmente desnuda. A ninguna de las dos nos importa.
  Volvemos a la tierra y nos tumbamos en ella. Venus me quita la camiseta y empieza a besar mi barriga desnuda, cuando para yo hago lo mismo en la suya. Me tumbo sobre ella y continuo besándola por todo el cuerpo. Cuando ya está amaneciendo peligrosamente, me aparta con suavidad y me susurra "adiós" al oído. Se quita en colgante, me lo pone y se lanza al agua. En una última mirada, le susurro "Te amo desde el primer momento en el que te vi, nunca te olvidaré" y se va.
  Me pongo la camiseta, cojo el colgante, subo a mi cuarto y me tumbo en la cama. No tardo en empezar a llorar. Lloro hasta que me duermo.
  Cuando mis padres entran ha despertarme, les hecho de mal humor. No me vuelven a molestar en todo el día, excepto por la tarde, cuando me informan que se van a pasear. Perfecto, así podré llorar más tranquila.
  Sueño con Venus. Sueño que la están castigando por todos los problemas que se ha ganado tan solo viéndome. Sueño que le pegan, sueño con el agua que se tiñe de rojo, con sus gritos, con como los demás piden que muera... y me despierto de golpe. No puedo dejar que eso ocurra.
  Escribo rápidamente una nota a mis padres, diciendo que me voy a dormir unos días a casa de Venus. A ellos se la presenté y piensan que es mi mejor amiga (y la única) de aquí. Dicen que puede quedarse a dormir cuando quiera, o que yo me puedo ir a dormir con ella si sus padres quieren. Espero que no se enfaden demasiado.
  Escondo ropa para que no sospechen. Cojo en colgante y corro hacia en lago. Me lo pongo y me lanzo al agua mientras me salen branquias.
  Sea lo que sea lo que el destino me tenga previsto, espero estar preparada.
  La guerra entra la tierra y el mar ha comenzado de nuevo.

domingo, 28 de julio de 2013

Cuando el agua canta

  ¡Hola, queridos lectores! Una cosa que me molesta mucho es que cuando subo una historia, siempre pido que me sigáis en @ImImagination porque es el twitter oficial del blog, pero no tengo ni la mitad de los seguidores de las visitas que he conseguido recibir. Por eso esta vez lo pongo al principio de la historia y no al final. Si tenéis alguna duda, podéis preguntar en http://ask.fm/RueSinsajo.
  Quería aclarar que no es un fafiction, aunque al principio lo parezca.
  También quería deciros que por favor, comentar. Se admiten opiniones personales, críticas constructivas o lo que queráis. Y que muchísimas gracias por leerme, de verdad. Espero que os guste la historia, y si es así, puede que haga segunda parte.
  Besos, Belén.







  Oigo gritos de euforia a mi alrededor. Yo ni siquiera tengo voz para gritar. No me lo puedo creer. ¡Estoy en un concierto de McFly! Dios mío, después de tantos años, ¡no me lo puedo creer! Todo el mundo a mi alrededor canta, incluida yo, al ritmo de "That's the truth". La música me corre por las venas, directa al corazón, que late al ritmo de la canción.
  Acaba y todo el mundo empieza a gritar. Los chicos anuncian que van a hacer su última canción, esta vez de verdad (ya lo han dicho unas cinco veces; ese es uno de los motivos por el cual soy Galaxy Defender), y comienzan a cantar "The heart never lies". Amo esa canción, siempre lo he hecho y siempre lo haré. Igual que al grupo.
  Cuando acaba, a pesar de todas las veces que han dicho que se van, cantan una más, a petición del público. "Love is easy". Pero, por desgracia, esa sí que es la última.
  Cuando me quiero dar cuenta, ya estoy en el coche comino a mi casa. ¿Por qué ha pasado tan rápido? Estoy feliz. Muy feliz. Al fin he cumplido mi sueño, me siento realizada.
  Estamos a unos diez minutos de casa, escuchando su último disco "Memory Lane: The best of McFly" y mi madre y yo vamos tatareando "Star girl", que es la canción que suena en aquel momento, mientras mi padre conduce. Es el día más feliz de mi vida.
  Llegamos a una enorme casa de campo situada junto a un río; aquí es donde pasaremos el verano. Tiene dos pisos, más sótano, garaje y desván.
  Bajamos del coche y nos dirigimos a la casa, que es de piedra, con ventanas antiguas repartidas por toda ella. Desde el punto de vista cinematográfico, esta casa es ideal para una película de miedo.
  Entramos y me voy a mi cuarto, que ya sé cual es. Llevamos aquí unas dos semanas.
  Entro en mi twitter, @ImImagination, y en mi ask, le echo una ojeada y contesto a todo. La pregunta que más me ha sorprendido, porque nunca me la han hecho, ha sido que ponga mi descripción física y mi nombre. He contestado:
 
"Me llamo Denna, aunque me suelen llamar Den. Tengo el pelo marrón y ondulado, por los hombros, y unos ojos completamente negros. De piel soy un poco morena, pero creo que se nota que soy española a pesar de mis rasgos. No soy demasiado alta."

  Después, entro en YouTube, pongo McFly y al cabo de un rato no puedo evitar cantar y bailar. Cuando ya llevo unas cuantas canciones y me canso, me siento a escribir en mi blog. Cuando decido que ya está bien por hoy, más que nada porque el sueño, me voy a dormir.
 

  Me despierto medio aturdida. Como veo que aún está oscuro, cojo el móvil para ver qué hora es. Son las cuatro de la madrugada.
  Intento volver a dormirme, pero no consigo conciliar en sueño. De repente, me parece escuchar la música más bella que he oído en mi vida. Al principio intento no hacerle mucho caso pero, después, se me hace imposible resistirme a ir en busca de su origen.
  Cojo un abrigo y salgo de la casa, así, en pijama. La música me lleva hasta el río. Miro minuciosamente en su interior, sé que la música procede de su interior, aunque no vea nada. Algo en mi interior me dice que me vaya, que debería estar en mi casa, pero lo ignoro. Cuando ya estoy a punto de rendirme (o debería, pues la música me tiene prendada y me resulta imposible hacerlo), veo algo. Es algo largo, ancho y anaranjado. Me parece ver algo negro flotando en ondulaciones un poco más adelante. Aparecen más. También tienen esas cosas alargadas de distintos colores, como en verde, azul, rojo, amarillo, rosa, blanco, plateado, dorado... y las mismas ondulaciones un poco más adelante, también de distintos colores y tamaños. Cuando se acercan más a la superficie, me doy cuenta de lo que son: sirenas.
  Esas "cosas largas" son sus colas, y lo que ondula es su pelo. Cuando sacan medio cuerpo a la superficie, me doy cuenta de que ellas son las que cantan. Creo que es imposible decidir qué es más hermoso; si su rostro o su canto.
  Una, la más cercana a mi, posa su cara a un par de centímetros de la mía. Sus pómulos están resaltados en su rostro. Tiene el pelo rojo como el fuego, empapado, y se le pega al pecho desnudo. Sus labios son como rubís, y tiene los ojos de verde intenso. No puedo evitar perderme en ellos, pues me recuerdan a la inmensa profundidad de un bosque al anochecer, salpicado de rocío, y su pálida piel es la luna llena que lo ilumina. Su cola, del color del oro más puro, me recuerdan a los dorados cánticos de los pájaros, que te hacen volar entre los árboles.
  Algo en mi interior grita que ahora mismo desearía no ser bisexual, que esto no va a acabar bien.
  Pero lo soy; por lo que, cuando aquella sirena, de la que he quedado totalmente prendida, coge mi cara con una suavidad que creía imposible entre sus manos, y la acerca más a la suya, no puedo evitar responder al dulce beso que me regala. Y, cuando con la voz más bella del universo, capaz de calmar la mayor de las tormentas y de controlar el más enfurecidos de los océanos, me susurra al oído "ven", me es imposible no dejar que me arrastre al agua junto a ella, aunque vaya a morir ahogada.
  Estar a su lado es lo único que deseo.


  Siento una fuerte presión en los pulmones. La cabeza me duele horriblemente, y no recuerdo nada de lo sucedido. O, al menos, no quiero recordarlo.
  Estoy en una cama dura, con un respirador. Las paredes son blancas. Hay una puerta, también blanca, con una pequeña ventana cuadrada. A través de ella, veo un pasillo y más habitaciones. Debo estar en un hospital. ¿Cómo he llegado aquí?
  Sé como he llegado aquí. Pero necesito negar que ha sido real. Seguramente lo habré soñado, y siendo sonámbula, habré ido hasta el lago.
  Pero yo nunca he sido sonámbula. Muy dentro de mi sé que ha sido real... El corazón se me acelera en cuanto recuerdo a la sirena, no lo puedo evitar. ¿Enserio me he enamorado de algo que se supone que no existe y que ha intentado matarme? Pero era tan hermosa... y su voz... Pero no, no. Yo nunca he creído en el amor a primera vista. ¿Pero y si...? Mi debate mental queda interrumpido cuando una enfermera entra en el cuarto. Es rubia con ojos grises, alta, y viste una bata blanca. Al verme despierta, sonríe.
-¿Cómo te encuentras? -Pregunta. Voy a contestar cuando me doy cuenta de que tengo el respirador. Le miro como pidiendo una explicación, y enseguida me dice:
-Puedes quitártelo.
  Obedezco y toso un poco. Después, contesto:
-Bien, creo.
  La enfermera me informa de que pronto me darán el alta y me dice dónde está el comedor, aunque no le hago mucho caso. Tengo la cabeza llena de sirenas.
  En especial de una.


  Los días siguientes son los más aburridos de mi vida. Me paso el día encerrada en el hospital, con la cabeza dándole vueltas una y otra vez a lo mismo. Y la comida está asquerosa. Pero, al final, el esperado día del alta llega.
  Cuando llegamos a la casa, en el corto camino que hay del coche a la puerta, no puedo evitar mirar al lago.
  Una vez en mi cuarto, solo quiero olvidarme de todo; cojo mi iPod y pongo rock. Cuando me despierto de mi sueño plagado de agua, sirenas pelirrojas y hospitales, sobre las cuatro de la madrugada, apago el iPod e intento dormir, pero no es tan fácil. Nada más pagarlo, empiezo a oírla. Es ella, sé que es ella. Algo me empuja a bajar, pero debo resistirme. Pero su voz... y la letra de la canción... me matan. Una lágrima cae por mi rostro. Es la canción más bonita, y a la vez, más triste que haya escuchado nunca. «Ya se cansará» pienso, dolida. Pero no es así. Canta toda la noche hasta el amanecer. Solo consigo dormirme cuando el canto cesa, para sumirme de nuevo en un sueño en el que ella es la protagonista.
  Pero esta vez la historia no es dolorosa, sino de amor. Y tiene una segunda protagonista: yo.


  Cada noche es igual, una nueva tortura. Canta desde que se pone el sol hasta el amanecer, y parece que únicamente yo puedo oírla. Aunque siento que la canción siempre se queda a medias. En ella narra la historia de dos amantes que luchan por encontrarse, hasta que lo consiguen. Pero eso no deberían hacerlo, no deberían verse. Sus razas les han estado engañando toda la vida, diciéndoles que la raza de su amante no existía. Y, ahora que están juntos, deberán luchar contra sus razas, unidos, e intentar sobrevivir. Cosa que no es tan fácil. Pero, cuando va a llegar a la parte donde empiezan a luchar, amanece y desaparece. Creo que nunca sabré el final.
  Los sueños son siempre lo mismo, historias imposibles que me muero por vivir. Las lágrimas recorren mis mejillas noche tras noche.
  Hasta que no puedo soportarlo más.
  Salgo de la casa corriendo cuando ya está amaneciendo, esperando que aún no haya desaparecido. Me tropiezo, aunque me levanto ignorando el dolor. Pero, cuando llego al lago, tan solo puede ver una cola dorada desaparecer. He llegado demasiado tarde.
  Vuelvo a la cama hecha polvo. Tras horas mirando el techo, consigo dormirme. Tengo que echar a mi padre y a mi madre varias veces de mi cuarto con la excusa de que me encuentro mal para dormir poder dormir algo. Duermo durante horas, y cuando me despierto, pasan de las cinco de la tarde. Voy, medio aturdida, al salón. Como no veo a nadie, les llamo a gritos, pero solo el viento responde. Estoy sola en casa.
  Como algo y me siento en el sofá a ver la tele, cuando suena el timbre. Cuando abro, me encuentro con una chica pelirroja de ojos verde intenso. Nada más verla me viene a la mente la sirena. Pero no, es imposible, ella era mucho más hermosa.
-Hola -dice.
-¿Qué?
-¿Puedo pasar?
-¿Quién eres? -¿Una desconocida quiere entrar a mi casa?
-Me he perdido, me llamo Venus.
-Pasa -. ¿Por qué le he dicho eso? ¡No la conozco de nada! Pero algo me impulsa a invitarla, a tratarle genial. Le ofrezco asiento y traigo algo de comer.
-¿De dónde eres Venus? ¿Cómo has llegado aquí? -Pregunto.
-Soy de Roma. Estaba haciendo turismo cuando me perdí. Llevaba horas caminando, pensaba que iba a morir. Hasta que encontré esta casa. Muchas gracias por dejarme entrar, de verdad. Lo necesitaba.
-No hay de qué -respondo. Siento la necesidad de hablar con ella, sobre lo que sea.- Yo una vez estuve en Roma, de pequeña. Me encantó, es preciosa. Lo que más me impresionó fue el Coliseo y la Fontana di Trevi, por su tamaño. Me los imaginaba mucho más pequeños.
-Oh, vaya. Sí, son preciosos, pero supongo que yo nunca podré apreciar su belleza completamente, pues los conozco desde pequeña y ya no me impresionan. Una pena, creo. Pero me encanta viajar, siempre que puedo lo hago. España es preciosa, llevo dos semanas aquí y me ha enamorado. No me canso de visitar todas las ciudades y pueblos.
  Le brillan los ojos. Francamente, es preciosa, y se le ve muy ilusionada. Nunca había visto España desde ese punto de vista, ¿tan bonita es? La verdad es que prácticamente no la conozco, no sería mala idea hacer turismo por las ciudades y por los pueblos.
-¿Cuántos países has visitado? -Le pregunto, para romper el incómodo silencio que se ha formado. La pregunta parece sorprenderle.
-Pues... esto... cinco.
-¿Cuáles?
-Eh... -Me da la sensación de que se está poniendo muy nerviosa. ¿Me habré tomado demasiada confianza?- España, China, Irlanda... Londres y Portugal.
-Bueno, ¿y qué piensas hacer? Como mis padres lleguen y te vean aquí me matan.
-Oh, vaya, lo siento mucho. ¿Te molesta que me quede un rato más? Solo necesitaba descansar y tomar algo.
-No importa, quédate todo lo que quieras.
-Pero tus padres...
-Al cuerno con mis padres. Ya se lo explicaré -. Las dos sonreímos. Qué rápido he cambiado de opinión.
  Y así continúa la tarde. Hablamos y hablamos de cosas sin sentido, hasta que empieza a anochecer.
-Qué tarde es ya -comento cuando me doy cuenta-.Ya está anocheciendo.
-¿Qué? ¿Ya anochece? -De repente, se asusta mucho. Abre los ojos como platos y se lleva las dos manos a ambos lados del cuello, en los que advierto cicatrices. Empieza a hiperventilar.
-¿Qué pasa? -Pregunto. La miro, impotente, sin poder hacer nada. Ella, por toda respuesta, sale corriendo de la casa sin ningún tipo de explicación. La sigo. Va camino al lago. ¿Pero qué hace? Se tira de cabeza, y, a continuación, cuando saca la cabeza del agua, la veo mil veces más hermosa que antes. El pelo se le ha vuelto más rojo, al igual que los labios, los ojos, más verdes, y la piel, más pálida. Ya no lleva la camiseta, y entonces la reconozco: es la sirena.
-Lo siento -me dice con la misma voz con la que canta todas las noches, esa voz tan hermosa que hipnotiza -. Pero tenía que conocerte. Yo... no pretendía matarte, de verdad. No sé en qué estaba pensando esa noche. Pero lo que sí que sé, es que desde entonces no puedo parar de pensar en ti y de odiarme por lo que te hice. Lo siento, lo siento mucho, de verdad. -Hace una breve pausa, pero, después añade, en un susurro prácticamente inaudible -Te amo.
  Me acerco, despacio, a ella, y me arrodillo en el suelo.
-Yo... -murmuro -Yo también te amo.
  Me besa. Es el mejor beso que he recibido en toda mi vida. Provoca que el corazón quiera huir de mi pecho por lo rápido que late, y que la piel se me ponga de gallina. Ya no existe nada, ni la noche, ni el lago, ni mi familia. Solo ella y yo. Y, de nuevo, me arrastra hasta el agua. Pero esta vez no me hunde, sino que me deja flotando en la superficie del agua, cantándome al oído.
  Ahora sé que la canción va por mi, por nosotras. Narra nuestra historia, razas que para la otra se suponía que no existían.
  Pero ahora tenemos que encontrar el final, y no sé si nos gustará.

domingo, 14 de julio de 2013

La sombra de una sonrisa ensangrentada

   Las risas retumban en mi oído como como dulces melodías infantiles. El viento acaricia mi cara y mece mi cabello moreno, mientas los pájaros le silban una hermosa nana. El sol arranca reflejos dorados del pequeño lago situado a mi derecha, y de vez en cuando, un conejo aparece saltando por mi izquierda. Apoyada en un árbol, jugueteo con la hierva, mientras mis ojos dorados leen un libro. Enfrente mía, mis sobrinos y primos de entre cuatro y seis años, juegan y ríen.
   El sol le da al ambiente una calidez agradable. Los niños entonan una canción: 

En la pradera entonan los pájaros,
una dulce canción.
La canción de la sonrisa perdida,
la canción de la sonrisa sin amor.

Esta vuela entre los pájaros,
cantando una triste melodía.
La melodía de la sonrisa perdida,
la melodía de la sonrisa sin amor.

El viento susurra triste,
susurros incomprensibles.
Los susurros de la sonrisa perdida,
los susurros de la sonrisa sin amor.

Los animales observan embobados,
la peculiar orquesta ensangrentada.
Sangre que llora una sonrisa perdida,
sangre que llora una sonrisa sin amor.


  
   Un escalofrío me recorre la espalda; esa canción siempre me ha parecido muy siniestra. Tenía una estrofa más, pero ahora mismo no me acuerdo de ella. No le doy importancia y sigo leyendo el libro.
   Estoy completamente absorta, es el momento más interesante, pero, antes de poder terminar el capítulo, una risa fría me sobresalta. Miro hacia el lago, que es donde ha sonado, pero no veo nada. «Imaginaciones mías» pienso, aunque no consigo calmarme. Aun así, sigo leyendo.
   Ya ha transcurrido media hora sin novedad alguna, cuando, de improvisto, siento una gota fría en mi hombro. Cuando me giro a comprobar qué es, me quedo helada: una gota de sangre me cosquillea el brazo, en dirección al suelo. Lentamente, alzo la cabeza. Justo cuando visualizo el árbol, veo una sombra desaparecer. Ni rastro de la sangre.
-¡Vámonos! -Grito asustada antes de poder contenerme. Todos los niños responden al unísono "¡Noooooooo!", y, a continuación, se miran entre ellos y ríen. Bueno, pues ellos que se queden aquí, con sus padres. Yo tengo que huir; mi instinto me lo pide a gritos.
    Sin saber muy bien porqué, suelto el libro y comienzo una frenética carrera en dirección contraria al lago.
   Cuando ya me he alejado más o menos medio kilómetro y siento que me voy a derrumbar de puro cansancio, me tropiezo. En ese instante en el que estoy en el suelo, me percato de que los pájaros cantan.  No como suelen cantar, sino en armonía, como una orquesta. La primera estrofa de la canción se me clava en la cabeza. Eso me da fuerzas renovadas para seguir huyendo. 
   Oigo risas en mi cabeza. Risas que parece que canten una triste melodía. Freno en seco y caigo de rodillas al suelo, llorando de puro terror. 
   El viento me susurra cosas incomprensibles. Los animales me observan embobados. Una risa me cubre con lágrimas de sangre. Me rodeo las rodillas con los brazos, sin dejar de llorar. Y, entonces, recuerdo la última estrofa: 

Con las lágrimas de sangre,
se bautizará al elegido.
Al elegido de vivir eternamente,
al ladrón de vida,
a la nueva Muerte.






   ¡Hola, queridos lectores! Espero que os haya gustado la historia. Perdón por tardar tanto en subir, y gracias por esperar. Por favor, si os gusta el blog, seguidme en @ImImagination, que es la cuenta oficial. Si queréis dejar vuestra opinión o una crítica constructiva, en un comentario. Las acepto sean buenas o malas. Y, si tenéis alguna pregunta, la podéis hacer aquí:  http://ask.fm/RueSinsajo 
   Muchas gracias de nuevo, ¡besos!

Belén.               

viernes, 24 de mayo de 2013

Lo que Dios No Entiende: Cuarta parte.

Escucho mi nombre. No sé si es si es producto de mi imaginación, pero la escucho. Proviene de una voz familiar; parece cansada. Poco a poco, abro los ojos. Al principio no recuerdo nada, y mi escasa visión no me ayuda a recordar debido a lo borrosa que es. Vuelvo a escuchar mi nombre. ¿A quién pertenece? Lo sé, sé a quien pertenece, pero el nombre se niega a aparecer en mi mente. Venga, solo un poco más, piensa Cupi... ¡Cupi! ¡Eso es! Dante, es él, no puedo estar equivocada. Él sabrá decirme lo que ha pasado.
  Intento llamarle, pero solo un gemido sale de mi boca; maldigo mi debilidad en silencio y empiezo a acumular fuerzas. Me concentro.
  Poco a poco, se me aclara la vista. Contemplo un cielo cambiante, todo colores claros. Blanco, verde, azul, amarillo... demasiado claros, me hieren la vista. Entrecierro los ojos instintivamente para protegerlos. Con un gran esfuerzo, giro la cabeza para mirar a mi alrededor. Veo a Dante arrodillado a mi lado, con expresión entre aliviada y preocupada. Le miro a los ojos, intento decirle que estoy bien a través de la mirada, pero no lo consigo. No estoy bien, estoy destrozada. Mi alma llora por la creación que acaba de perder, por no haber sido lo bastante buena como para ganar; y los ojos son la ventana del alma.
  Siento que una lágrima me recorre el rostro. Intento sonreír para hacer sentir mejor a mi hermano, pero algo que se sitúa detrás de él me llama la atención. Dos sombras luchan entre ellas, grandes, hermosas e imponentes. Dos sombras que quitan la respiración con tan solo verlas. Bailan rápidas y elegantes, fusionándose, perdiéndose en su calculada rapidez y su mortal pelea.
  Apenas soy consciente de que Dante también se gira; la pelea me ha hipnotizado completamente. Tanta belleza, tan siniestra, tan luminosa, tan oscura, tan destructiva, tan poderosa... En la pelea que determinará el final de la guerra. 
  Al fin y al cabo, no dependía de nosotros, solo éramos un obstáculo más. 
  Al fin y al cabo, todo se destruirá sin remedio.
  

  ¿Cuánto tiempo a pasado? ¿Cinco minutos, veinte? ¿Dos horas? ¿Dos días? ¿O dos años? Podríamos haber estado observando la pelea eternamente sin advertir el paso del tiempo, y sin que nadie ganara, pues son seres todopoderosos, nunca se cansan, nunca se rinden, y sus fuerzas totalmente igualadas les impiden proclamar un ganador, si no hubiera sido por la potente explosión que ha habido hace apenas segundos. Siento como la energía se me escapa de golpe en todas las direcciones y como la explosión se extiende, rápida y feroz, desde su núcleo. Es tan solo una décima de segundo, pero es suficiente; las sombras han desaparecido.
-¿Qué... qué ha pasado? -Pregunto con voz cansada, casi inaudible.
-No lo sé -responde mi hermano en el mismo tono.
  Estoy dispuesta a salir a buscar una respuesta cuando una pequeña figura se materializa lentamente frente a nosotros. Es una niña de unos cinco años increíblemente hermosa. Sus ojos son como el hielo y su pelo como el azabache. Su piel no es ni oscura ni clara. Viste un precioso vestido plateado; y de su espalda nacen unas hermosas alas doradas, que brillan casi con luz propia. Va descalza.
-Hola -dice con voz dulce -. ¿Sabéis lo que habéis hecho? -De repente ya no parece tan inocente. No ha cambiado, pero ahora la veo siniestra, amenazadora. ¿Qué habremos hecho?
-¿Qué? -Pregunta Dante. La niña, con sus ojos de hielo atravesándonos, responde:
-Adiós. - Y, antes de que podamos preguntar algo, la respuesta llega sola.
  Mientras toda la creación se destruye, lo comprendo: hemos destruido una guerra que mantenía vivo el universo; pues lo que hace posible que cada día los mortales se levanten y sigan adelante es esa pequeña gran lucha que hay en su interior, esa lucha entre el bien y el amor; de la que nacen todas las emociones que les regalan la alegría de vivir. Y, al destruir es guerra, hemos destruido la creación.




Fin



¡Hola, queridos lectores! En  primer lugar, quería disculparme por la tardanza en subir la última parte de "Lo que Dios No Entiende" y porque, en mi opinión, el final es bastante malo. Lo siento mucho, pero últimamente he estado preocupada por otras cosas y mis ganas de escribir y mi inspiración me han abandonado. Con el verano, espero ponerme las pilas y, aparte de mejorar, subir relatos más largos y más entretenidos.
En segundo lugar, quería decir que si os gusta este blog, por favor, me siguierais en el twitter @ParadiseDragons, que es la cuenta oficial del blog. 
Y, por último lugar, muchas gracias a todos vosotros por leerme y apoyarme. Especialmente a @Smiles_books, porque siempre ha estado ahí para apoyarme y leerme, y porque es una gran futura escritora.
  ¡Os quiero!

sábado, 18 de mayo de 2013

Lo que Dios No Entiende: Tercera parte.

-Vaya -murmura La muerte simplemente. Está camuflado bajo el cuerpo de un chico moreno, alto, de pelo castaño y ojos verde esmeralda. Yo, bajo el cuerpo de una joven pelirroja, bajita y de ojos miel. Acabo de contar una historia "inventada" sobre por qué el amor duele y sobre la homosexualidad a unos doscientos alumnos de un instituto de Toledo. Ya la ha oído incontables veces, pero nunca deja de sorprenderse. Mi hermano. En el juicio, nos reconocimos a la vez. Como si fuéramos un espejo, él susurró "hermana" y yo murmuré "hermano". Sin dudarlo dos veces, se abalanzó sobre mí y me arrastró lejos de allí. Fue entonces, cuando varías plumas se nos cayeron y danzaron juntas por el aire, que advertí que brillaban con el mismo tono entre plateado y dorado. Desde que nos encontramos allí hace como unos cinco años (eso eran apenas unas semanas para seres inmortales como nosotros) habíamos mejorado bastante de aspecto. Nuestras alas eran más grandes, más majestuosas y estaban más pobladas. Nuestros ojos brillaban con más intensidad.
  Con una avalancha de aplausos, los alumnos se despidieron de mi. Yendo lo más rápido que pudimos sin llamar la atención, mi hermano y yo nos alejamos de allí. Cuando encontramos un lugar abandonado, hicimos lo que ya habíamos hecho otras tantas veces: nos cogimos de las manos, cerramos los ojos, nos concentramos, murmuramos al unísono unas palabras y viajamos hasta otra dimensión.


  "Ni Dios ni Satán tienen aún noticias mías". Me tengo que agarrar a esta esperanza como si fuera un salvavidas y yo estuviera en medio de una violenta tormenta perdida en medio del mar. Ahora Satán también nos busca, por habernos aliado. Somos como fugitivos de la justicia, solo de incalculablemente peor. Somos fugitivos de Dios y de Lúcifer. Del bien y del mal. De los seres más poderosos del universo. Tenemos que viajar entre dimensión y dimensión abandonando constantemente nuestros cuerpos y adoptando otros para no ser atrapados. En esta dimensión, el suelo se mueve como si fuera enormes olas, gira rápidamente, sube y baja en desordenado caos. Intento no marearme.
  Miro a La Muerte mientras lucha por levantarse (yo siempre he tenido mejor equilibrio que él). Es bastante amable y divertido para ser el encargado universal de algo tan dramático y triste. Mi hermano. No somos ni el bien ni el mal, ni la oscuridad ni la luz. Los dos juntos somos la creación y la destrucción, somos el equilibrio, el ying yang. Somos hermanos y nadie podrá destruir eso.
  Ni siquiera la eterna ira de Dios.
  Caminamos y hablamos durante un largo rato mientras exploramos este extraño y confuso mundo. Intento evitar el tema, pero no tarda en surgir.
-¿Qué vamos a hacer? No podemos seguir toda la vida así, tenemos que actuar -comenta mi hermano.
-¿Y qué quieres que hagamos, Dante? -Empecé a llamarle Dante hace más o menos un mes, en honor al famoso escritor de "El Infierno". El seguía llamándome Cupido, aunque a veces, para abreviar, me llamaba Cupi -¿Que nos plantemos ante Dios y Satán y les digamos "Hola, aquí estamos, somos los seres más buscados de todo el universo y hemos venido para luchar contra vosotros, aunque en el fondo sabemos que perderemos y que vuestros castigos serán terribles e insoportables, pero nos da igual porque algo teníamos que hacer"? -Prosigo en tono sarcástico. Mi comentario parece molestarle.
-Solo intentaba ayudar -murmura entre dientes.
  Suspiro. La verdad es que me he pasado.
-Perdón, es que estoy muy nerviosa, no sé lo que nos va a pasar.
-Por favor, Cupi, que ya no eres una niña pequeña.
-Claro, y solo una niña pequeña tiene derecho a preocuparse porque los seres más poderosos que existen le estén buscando a ella y a su hermano para hacerles a saber qué, ¿no?
-No -contesta él en tono cortante e irritado. Intento no ser sarcástica porque sé que lo odia, pero no lo puedo evitar. Esta es la última vez que hablamos en todo el día.


Me despierto de golpe al amanecer. Dante ya está listo para partir.
-¿Qué pasa? -Pregunto, medio dormida.
-Nos han encontrado, tenemos que huir -responde con urgencia. Sus palabras hacen que todo el sueño se me vaya de golpe y que me ponga de pie de un salto.
-¿Cuánto tiempo tenemos? -mi voz suena más asustada de lo que me gustaría.
-No lo sé, pero tenemos que darnos prisa.
  No hace falta que nos lo pensemos dos veces o que paremos a ponernos de acuerdo: entrelazamos las manos, murmuramos unas palabras y desaparecemos.


Vueltas, vueltas y más vueltas. Demasiadas, esto no es normal. Algo está pasando, y mi instinto me indica que no es algo  bueno.
  Agarro con fuerza las manos de mi hermano; quiero gritar, pero lo único que sale por mi boca, que mira al cielo porque mi cabeza está inclinada hacia atrás involuntariamente, es mi espíritu.
  Desde arriba contemplo mi cuerpo pálido, el pelo casi blanco que revolotea a su alrededor, los ojos sin vida que miran sin ver.
  Una violenta fuerza me tira hacia abajo y me estampa sin piedad contra el duro y frío suelo. No sé dónde estamos, ¿o si? Quiero gritar, quiero correr, quiero luchar. Quiero hacer tantas cosas... pero solo soy una simple marioneta de los recuerdos que atacan mi mente y me torturan en silencio. Sangre, guerra, muertes, destrucción, llantos, sufrimiento... Una guerra que siempre a estado presente. Una guerra en que los dos grandes jefes son Dios y Satán, una guerra que lucha por las almas del universo.
  Una guerra imposible y eterna.
  ¿Por qué recuerdo ahora eso? ¿Es porque he vuelto al lugar donde todo sucedió, al lugar donde nací? ¿A un lugar que nunca ha existido, pero que siempre ha estado ahí? Una guerra surgida del odio entre el bien y el mal, de la necesidad de demostrar quien es mejor. Una guerra para que Dios y Lucifer crearon para decidir quién sería el rey de la creación.
  Un asunto sagrado, que no se podía interrumpir.
  Pero Dante y yo lo hemos hecho al unirnos, y ahora nos espera el castigo correspondiente. El peor de todos. Un castigo tan terrible que aún lo están pensando y perfeccionando. No tenemos tiempo, hay que actuar.
  Busco a Dante con la mirada hasta dar con él, cosa que no me cuesta mucho: seguimos cogidos de la mano, pero no me había dado cuenta por la adrenalina del momento. Nos miramos a los ojos, no hacen falta palabras. Al unísono, como si de dos espejos que reflejan el alma del otro nos tratásemos, empezamos a entonar una canción.
  Al principio es cálida y sin letra, pero después se torna fría, adornada con palabras y frases cuyos significados hielan la sangre. En ningún momento deja de ser terriblemente hermosa.
  Poco a poco, nuestro cántico atrae a millones de almas en pena, millones de cara sin rostro, de espíritus que gimen y sufren. Millones de almas condenadas a vagar sin rumbo por toda la eternidad por culpa de la guerra.
  Almas guerreras del nuevo bando que se formó en el momento en el que Dante y yo nos reconocimos, el que nació de la fusión del bien y del mal: el neutro. El que evitará la destrucción de toda la creación.
  Como autómatas, se posan detrás nuestra, listos para la batalla final; solo la mirada de confianza de Dante hace que yo también lo esté.
-¿Qué vamos a hacer ahora? -Pregunto en un susurro tan débil que apenas yo lo oigo.
-Esperar -contesta mi hermano, en el mismo todo. Y eso hacemos, esperamos y esperamos; y cuando pienso que nada va a suceder, dos sombras aparecen a lo lejos. No tienen una forma definida, cambian constantemente. Una es resplandecientemente blanca y pura, con toques dorados y la otra del negro más oscuro y aterrador, adornada con rojo intenso. Son, a la par, tan hermosas y aterradoras, que conducirían al delirio a cualquier mortal con tan solo su aspecto. Siento como empiezo a temblar violentamente, siento la mano de Dante apretando fuertemente la mía, siento las millones de almas en pena en mi nuca, listas para luchar. No nos podemos rendir. Es ahora o nunca.
  Todos a una, como espejos, comenzamos a avanzar lentamente. Siento que el mundo se distorsiona y, cuando me quiero dar cuenta, estamos a pocos centímetros de Dios y Lucifer. No le permito a mi espíritu temblar. Ahora no.
  Las almas en pena se dispersan a mis dos lados, rodeándonos, rodeando a Dios y a Lucifer; cada vez el círculo se hace más estrecho, cada vez se juntan más, nos oprimen, nos asfixian. Dante y yo damos un paso hacia delante, y las dos sombras susurran:
-Luchad o morid. 
-Que así sea -contestamos Dante y yo al unísono. 
  Y así es.
  Todo pasa muy rápido: miles de sombras blancas y negras, con destellos dorados y rojos nos rodean, no nos permiten movernos. Apoyo mi espalda contra la de Dante y cantamos una hermosa canción de igualdad. Nunca he entendido como conseguimos cantar al unísono sin avisarnos ni prepararnos antes, siempre la misma canción, siempre el mismo ritmo y la misma afinación. Pero lo hacemos.
  Cada vez las sombras se estrechan más, robándonos la esencia, matándonos. Cantamos más intensamente. Esa es nuestra arma: la música. Es esa precisamente por el enorme poder que esconde. El poder de cambiar a la gente; de entristecerles, de alegrarles; de darles fuerzas, de destruirles; de encandilarles, de enamorarles, de hacerles recapacitar. De destruir injusticias y unir a la gente, de crear igualdad y respeto. 
  El poder para que el mundo siga girando día a día.
  Poco a poco, de nuestra canción surge el efecto deseado: dispersa a las sombras hasta hacerlas desaparecer completamente.  
  Lanzo un grito cuando nada más alzar la cabeza veo una bola de oscuridad viniendo directa hacia mi, y me tiro a un lado instintivamente. Me golpeo las costillas contra el suelo, pero apenas tardo dos segundos en levantarme; justo a tiempo para ver como otra bola, esta vez de luz, se dirige directamente hacia Dante. Siento como una oleada de pánico me recorre, yo no soy nada sin él.
  Grito, sin oírme, su nombre. Siento que el corazón se me para al ver que no se aparta. Quiero guitar, quiero llorar, pero lo único que sucede es que siento un impacto y un fuerte dolor en el pecho que me empuja hacia atrás, haciendo que choque contra alguien que llevo al suelo junto a mi, y, mientras mi vida se aleja de mi como un suspiro de viento, todo se torna negro.