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domingo, 26 de octubre de 2014

Guerra.

  Aquí estoy, ante un papel, intentando plasmar sentimientos en palabras.
  Aquí estoy de nuevo, viejo amigo, viendo pasar al tiempo, viendo como corre, como huye, desesperado, ansioso por huir... ansioso por huir de la muerte.
  Aquí estoy, fiel aliado, eterno compañero. Aquí estoy, pero no estoy. Aquí me encuentro, aunque ya me he ido, al igual que el tiempo. Los dos huimos.
  Los dos huimos; como antes, ahora y después.
  Los dos huimos de nuestros profundos temores, nuestros grandes miedos, tan diferentes y opuestos, mas tan perecidos y complementarios.
  Aquí estoy, querido amigo, viendo como el tiempo huye de la muerte, mientras yo huyo de la vida.
  Pues él teme el fin, el vacío; mientras que yo temo del sentimiento, de que todo siga.
  Aunque de poco sirve huir, pues no hay escapatoria.
  No hay posible huida.
  Tan solo podremos correr, correr, correr... tan solo podremos correr hasta caer rendidos, hasta que nos falte el aliento.
  Y entonces solo nos quedará luchar.
  Tan solo podremos, llenos de obstinación, ponernos en pie y, con el corazón empuñando la espada, enfrentarnos a nuestra peor pesadilla.
  Y la batalla estallará.
  Y se hará la guerra.
  La guerra más formidable que el mundo haya visto jamás.
  Será noble, imponente, intensa. Será larga, mas fugaz.
  Habrá honor, llantos, traiciones. Sangre y muerte. Esperanza y vida.
  Y una espada se alzará, reluciente, al firmamento.
  Y una espada poderosa, orgullosa, se posará sobre un cuello, perteneciente a un cuerpo tembloroso.
  Y cuando esa espada, blandida por un espíritu victorioso, se disponga a poner fin a la guerra... caerá.
  Caerá, pues su portador entenderá, al fin, que esa absurda guerra estuvo sentenciada desde el principio.
  Y así pues, un alma antaño rebosante de gozo y júbilo, se entregará a su destino.
  Y su peor pesadilla le ahogará.


  Y aquí estoy, tratando de nadar.
  Aquí estoy, luchando por crear un salvavidas de papel y tinta.
  Aquí estoy, narrando en sangre la guerra que se vive cada día en mi interior.
  Aquí estoy. Aquí estuve. Aquí estaré.
  Y así voy a seguir.
  Plasmando mis sentimientos en fuego, para después arrojarlos al enfurecido océano.
  Aquí estoy, a flote, intentando acallar el escozor de los cortes... esperando a que llegue la vida, y termine aquella muerte, que un día de grandeza y de miseria, se dejó a medias.

lunes, 20 de octubre de 2014

Su pequeño oasis.

  ¿Y si pudiera fundirme con las letras de una historia y no volver al mundo real jamás?
  ¿Y si pudiera volar junto a la melodía de la felicidad durante toda la eternidad?
  ¿Y si pudiera reír y jugar y como un niño bailar?
  ¿Y si pudiera gritar? ¿Y si pudiera saltar?
  ¿Y si pudiera ser yo misma, sin miedo a los demás?
  ¿Y si pudiera ser libre como aquel pájaro que al pasar, yo escuché cantar? Iluminando la tarde con su pequeña magia particular...
  Entonces lo haría.
  Escaparía de esta jaula y volaría a algún lejano lugar.
  Abrazaría al viento con la ansia de un sediento al encontrar su pequeño oasis.
  Le acariciaría con el amor con el que un músico renace épocas pasadas a través de su fiel compañero.
  Y le escribiría los poemas más bellos; y le compondría las melodías más hermosas.
  Y mi vida daría por ella, mi amada, mi última esperanza.
  Y todos mis sentimientos le regalaría, todo mi tiempo y todos mis días.
  Mas por irónico que suene, oh, yo su esclava sería, con tal de poder sentirla, tocarla, olerla.
  Mas por irónico que suene, yo tu esclava sería, oh, mi grandiosa libertad.